2ª FERIA VIRGEN DEL PRADO
Tomás Rufo sale a hombros con tres orejas y salva la tarde en Ciudad Real
El toledano triunfa ante una desigual corrida de Victoriano del Río. Roca Rey y Juan Ortega se van de vacío.

Tomás Rufo, en su salida a hombros este domingo en Ciudad Real
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Ambientazo en los tendidos de Ciudad Real para ver a la terna estelar de la feria, en la que la baja de Morante la suplió un Tomás Rufo que, a la postre, resultó el triunfador incontestable.
Abrió plaza un ejemplar de Victoriano del Río zancudo que, casualidad, no humilló y se movió anodinamente. Juan Ortega, que se presentaba en esta plaza, anduvo elegante pero sin material para brillar, aunque sí dejó algún destello en forma de trincherazo. Poco más.
El cuarto bis, de Virgen María, careció de ritmo. Quería pero no podía, por lo que su movimiento fue rebrincado y defensivo. A pesar de tales dificultades evidentes, Ortega brindó al público sin poder consumar sus buenas intenciones por la condición de su antagonista.
Roca Rey se enfrentó a un segundo toro de Victoriano del Río de gran clase aunque sin poderle apretar ligando.
El peruano vistió mucho todo lo que hizo desde el comienzo de rodillas con pase cambiado por la espalda para, a continuación, pasarlo con mando por los dos pitones aunque de uno en uno, alborozando a los tendidos cuando llegó a ligar dos, generalmente en el remate con pase de pecho. En el momento álgido la tormenta rompió, el público buscó refugio, y el peruano acabó con su antagonista a la segunda de una infame estocada muy baja.
Seiscientos dieciséis kilos pesó el quinto. Puede que fuera por esa circunstancia, o puede que no, pero lo cierto es que el toro no se movió, y cuando lo hizo, fue de manera cansina. Con estos mimbres Roca Rey abrevió para alegría de los tendidos, apiolándolo con un simple pinchazo hondo.
El tercero gateó colocando la cara tras el capote de Tomás Rufo, sustituto de Morante. Desde el primer lance. El toledano anduvo encantado ante tal derroche de calidad, cuajándolo a la verónica.
Y en el inicio de rodillas en el tercio metió los riñones y llevó largas y sometidas las codiciosas arrancadas del buen toro de Victoriano que, sin embargo, poco después se apagó buscando tablas con el depósito marcando la reserva. Fue como un caramelo -o chuche, como se diría ahora- en la puerta de un colegio. El bajonazo con el que culminó la faena no impidió que el público pidiera las dos orejas. El palco se mantuvo en su sitio y concedió una. Y gracias.
El sexto, con un ambiente decaído, volvió a devolver ciertas sonrisas a los tendidos. El toro brindó buenas arrancadas por el pitón izquierdo que Rufo aprovechó en dos entonadas series al natural. Por el derecho se metía por dentro y no se salía de la suerte, pero el de Pepino, debidamente, también se puso por ahí. El acertado uso de la espada le granjeó la concesión de dos orejas, dejando un sabor menos amargo del que estábamos abocados treinta minutos antes.



