La esperanza de los presos españoles en el Jubileo de Roma: "La caída no es el final del camino"
Un capellán y seis reclusos de la cárcel de Soto del Real viajan hasta el Vaticano para participar en el Jubileo de las Prisiones y recibir el mensaje del papa

Madrid - Publicado el
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Una delegación española de 32 miembros, organizada por el departamento de pastoral penitenciaria de la Conferencia Episcopal, ha participado este fin de semana en el Jubileo de las Prisiones celebrado en Roma. Entre ellos se encontraba el padre Paulino Alonso, capellán de Soto del Real, quien ha viajado acompañado de seis internos, dos funcionarios y un educador.
Un mensaje de reconciliación
El papa León XIV ha dedicado su homilía a los 6.000 peregrinos de 90 países que han formado parte del evento. En sus palabras, ha recordado que la justicia es siempre un “proceso de reparación y reconciliación” y que es necesario “levantarse de toda caída”.
Para el padre Paulino, este jubileo es fundamental para que no “pasen desapercibido las personas privadas de libertad”. Ha subrayado que la Iglesia siempre se ha involucrado con esta realidad, lanzando un mensaje clave que, según él, todos deben tener presente: “después de cada caída, siempre hay una nueva oportunidad para levantarse y que nadie está perdido para siempre”.
La experiencia de un interno
Víctor, uno de los internos de Soto del Real que ha viajado a Roma, ha calificado la experiencia como “espectacular” y “muy bonita”. Para él, que ya era católico, este viaje le ha permitido tener a Dios “más presente” en su día a día.
De las palabras del Papa, Víctor se queda con el mensaje sobre la esperanza, afirmando que “con fe y con esperanza se puede superar cualquier obstáculo”. El interno reconoce que está en prisión por “una mala decisión”, pero que ahora está centrado en “salir adelante” gracias a la confianza que el padre Paulino ha depositado en ellos.
El padre Paulino concluye con una reflexión sobre la importancia de la ayuda mutua, recordando que “todos somos personas, todos necesitamos una mano amiga para caminar”. Según el capellán, las personas privadas de libertad necesitan especialmente de esa generosidad para poder levantarse y seguir adelante.
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