Al tercer día por fin vimos salir el sol en Olivenza. Después de dos jornadas de lluvia y viento, la luminosidad se adueñó del coso pacense en el inicio del festejo matinal del domingo.

Un festejo que iba a transcurrir por los derroteros de la excesiva amabilidad tanto del público como del palco presidencial. Algo que se percibió desde que los tendidos sacaron a saludar a la terna actuante.

Y prosiguió poco después con la actuación de Enrique Ponce al primero de la matinal. Al de Victoriano Del Río le duró el fuelle lo justo. Había mostrado gran clase en el saludo capotero y en la perfecta brega de Mariano de la Viña. Pero después llegó sin resuello a la muleta del valenciano, que firmó una actuación más vistosa que mandona. Todo puesta en escena ante un oponente sin ganas de pelea. Liviana a la oreja después de una estocada desprendida.

El segundo tuvo más motor y permitió a Antonio Ferrera, que no había banderilleado, construir una faena templada en las formas. Ganó en mando el trasteo cuando el extremeño se decidió a bajar la mano en el toreo en redondo. Al natural hubo un muletazo enorme por trazo y resolución más allá de la cadera. Con la gente a favor y un final por bajo muy torero, Ferrera paseo el doble trofeo después de una estocada desprendida y perpendicular. La amabilidad continuaba.

También llegó la falta de exigencia en el trapío con el brocho tercero pese a sus buenas hechuras. Roca Rey prologó su actuación en un inicio en los medios con dos pases cambiados por la espalda con el compás abierto. Labor técnica y buenos momentos al natural que se vivió de forma muy fría desde los tendidos, que solo se calentaron cuando el peruano acortó distancias en un apabullante final de faena. La oreja cayó pese a la caída colocación de la espada.

Bajó el nivel del trapío aún más con el anovillado cuarto. Para más INRI, las fuerzas tampoco le acompañaron en los primeros tercios. Se pidió su devolución pero el palco aguantó. Quizá sabía que Ponce podía salvar al toro y su arriesgada decisión. Y en en este tipo de situaciones el de Chiva es especialista. Tras dos tandas de tanteo, se obró el milagro. La cabeza privilegiada de Enrique, unido a su proverbial técnica sostuvieron en pie al de Victoriano. La explosión final de las poncinas y una estocada letal volcándose sobre el morrillo la pusieron en bandeja las dos orejas.

El quinto se movió de forma más informal durante su lidia. Ferrera declinó colocar los palos de nuevo y realizó una faena de largo metraje en el se mostró muy por encima de la condición del toro pese a que no hubo momentos artísticos de gran calado. Otra estocada que viajó caída dio paso a que Antonio sumase su tercera oreja de la matinal.

El abecerrado sexto lucía todavía el pelo de invierno. Se lo dejó crudo Roca Rey antes de un arriesgado y ajustado quite por gaoneras cambiando el viaje al toro. Ante de iniciar la faena de muleta regresó la lluvia. Un inicio de rodillas que dio paso a un trasteo con tintes rutinarios que de nuevo caló más en los tendidos con el toreo accesorio del peruano que cuando éste corrió la mano con largura y prestancia. Pinchó antes de un espadazo casi entero y aún así se pidió y concedió la oreja que le abría la puerta grande. Amabilidad hasta el final.

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FICHA DEL FESTEJO 

Olivenza (Badajoz), domingo 4 de marzo de 2018. Cuarta de Feria. Matinal. Más de tres cuartos de plaza.

Cinco toros de Victoriano del Río y uno, el sexto, de Toros de Cortés. De dispares hechuras pero de escaso trapío en conjunto. Manejables en distinto grado aunque bajos de raza y de fortaleza algunos de ellos. 

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Enrique Ponce, oreja y dos orejas.

Antonio Ferrera, dos orejas y oreja.

Andrés Roca Rey, oreja tras aviso y oreja.