El cartel de jóvenes valores no llevó tanta gente a la plaza como en el cartel inaugural de la Feria. El cartel invitaba a la esperanza. Máxime en estos tiempos en los que se demanda un relevo generacional y la necesidad de sacar toreros jóvenes. Sin embargo, todo quedó tamizado por la corrida de López Gibaja. Un encierro que hubiese pasado de sobra en cualquier plaza de mayor categoría. Un trapío más que sobrado para el coso de La Candelaria.Sin embargo, la corrida sólo tuvo fachada. Por dentro no hubo atisbo de casta. Conjunto deslucido, de medias arrancadas, de miradas por las nubes. Un regalito para los tres toreros. Sólo el sexto, que trajo otras hechuras más armónicas, tuvo algo más de opciones en el último tercio.Quien salió con una oreja en su esportón fue Martín Escudero. Un torero al que hay que seguir la pista y que posee un valor seco y un concepto basado en la firmeza de plantas y en la pureza de formas. Algo que mostró con su primero, un animal de feas hechuras, sin cuello y abierto de cara. Toro duro de patas, que no regaló ninguna embestida al torero madrileño. Muy asentado y fiel a su concepto, Martín obligó por abajo al astado, corriendo la mano con largura y profundidad cuando el toro se desplazó más. Sin dar un paso atrás nunca, el torero supo encauzar los viajes del toro. Cortó la oreja con una mayoría raspada de pañuelos.590 kilos marcó la tablilla que anunció al quinto. Éste fue otro ejemplar de López Gibaja de escaso nivel de casta. Se movió sin celo ni entrega. Martín Escudero no dudó en echarse el capote a la espalda para quitar por gaoneras. Esta vez, el madrileño  estuvo más amontonado. Había mejores ideas que resolución en las suertes. Pese a su valor, la cabeza y las muñecas estuvieron más lentas. Sin embargo, dejó ganas de volver a verle aunque necesita como el comer alguien a su lado para que pula sus lógicos defectos y afiance sus grandes cualidades.No fue fácil el toro que abrió plaza. Tuvo una informal movilidad, siempre sabiendo lo que se dejaba atrás. Más orientado que fijado en los engaños, Cristian Escribano quiso tirar de firmeza en el trasteo. No siempre lo consiguió. Dos tandas a derechas en el nudo de la faena fueron las más mandonas. Por delante y por detrás de ellas no hubo el mismo resultado. Con lo que no dejó dudas fue con la espada. Letal el volapié. Perfecta la ejecución y la colocación de la espada.El cuarto fue una prenda. Se le ovacionó de salida por su trapío, pero después hizo pasar sus fatigitas a Cristian y a su cuadrilla. A Tito se lo llevó por delante en su par de banderillas, y en el tercio de muleta siempre llevó la cara por encima del palillo. De nuevo, lo mejor fue la espada. Muy montado arriba fue el tercero. Toro complicado al que Posada de Maravillas de dejó crudo en el caballo. Como tampoco se dobló con él en el comienzo de faena, el animal se fue adueñando de la situación poco a poco. Sin sitio y con dudas, el extremeño acabó desbordado. Con el toro ya como amo de la situación, en un arreon antes de entrar se llevó por delante al subalterno Jesús Marquez. Después, Posada acrecentó sus dudas con la espada.Cuando se sacudió las inseguridades y se confió con el manejable sexto, Posada pudo correr la mano con cierto gusto. El toro humilló y descolgó más que sus hermanos de camada. Pero la correa iba a durar poco, por lo que la faena no terminó de coger vuelo. Para rematar, la espada se fue a los bajos y acabó por enfriar al personal.

FICHA DEL FESTEJO

Valdemorillo (Madrid), domingo 5 de febrero de 2017. 2a de Feria. Algo más de media plaza.

Toros de Antonio López Gibaja, bien presentados, con cuajo y pitones para una plaza de mayor categoría. Conjunto bajo de raza, deslucida y sin entrega. Manejable el sexto, pero de escasa correa.

Cristian Escribano, saludos y saludos.

Martín Escudero, oreja y saludos tras aviso.

Posada de Maravillas, pitos tras dos avisos y palmas.