Los rostros de las restricciones a la movilidad: taxis, VTC y autocares se quedan en el garaje
El cierre de las comunidades, durante el puente de San José y la Semana Santa, afecta especialmente a quienes trabajan desplazándonos

Los rostros de las restricciones a la movilidad
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El INE cifra la pérdida de usuarios del transporte público este mes de enero (es el último dato) en algo más de la mitad, si comparamos la situación con la de hace justo un año. 206 millones de pasajeros en 2021, frente a los 423 de 2020. En España hay 63.794 licencias de taxi, según el ministerio de Transportes. La inmensa mayoría son autónomos que han perdido, de media, un 53’6% de su facturación. Algo que se dispara en los lugares que más viven del casi inexistente turismo. En el momento del confinamiento más duro, los taxistas de Madrid registraron una caída del 87% de su actividad. En el mundo de las VTC, de los coches con conductor, después del boom de licencias de 2018 y 2019, ahora están estancadas. La patronal del sector estima que han perdido entre el 50 y el 60% de los ingresos. Mientras, el transporte discrecional en autocar ha caído un 75’2% en 2020. 52’6 millones de viajeros, frente a los 221 del año anterior en cifras de Confebus.
Ángel, 22 años al volante de un taxi
Tiene 57 años y el taxi es su modo de vida. Suele buscar a sus clientes en el aeropuerto de Barajas o en la estación de Chamartín, al norte de la capital, aunque también tiene la suerte de contar con un grupo de usuarios fieles en toda la ciudad. Nos movemos muy poco y eso él lo nota cada día. Las restricciones, el teletrabajo y la falta de turistas están haciendo que casi no pueda trabajar. Un día como hoy, llega a Chamartín con las primeras luces de la mañana. Las horas se hacen eternas hasta que hace su primera carrera: “Un día normal ahora vienes a las 6 de la mañana y estás hasta las 9 sin ‘cargar’”, explica Ángel desde dentro de su Ford.
El día pasa entre largas esperas, llevando a la gente a la vuelta de la esquina tan pocas veces que se pueden contar con los dedos de una mano. “Estás hasta las 10 de la noche para hacer 5 o 6 carreras… Si haces 60 o 70 euros de caja, es mucho”, dice. Cualquiera que se dé una vuelta por Chamartín puede encontrar muchos más taxis vacíos, en una larguísima fila blanca, que viajeros. Mientras, unos taxistas “pasean, hablan… otros están metidos en el coche viendo películas o algo de deporte en una tablet… otros leyendo… llega un momento en que no sabes ni qué hacer con tanto tiempo parado”. Así es el día a día, hoy, de un taxista.

Casi no hay trenes ni aviones, Madrid ha perdido su actividad cultural y ni siquiera se pueden celebrar eventos deportivos. La pandemia ha arrasado con todo. “Antes podías hacer 10 o 12 carreras”, sin contar a los clientes que se encontraban por el camino, recuerda Ángel. Un día normal para él, con unas 16 horas dentro del taxi, que se dice pronto, podía llegar a hacer hasta 25. “Era muy distinto”.
La Semana Santa era un valor seguro de trabajo para él, entre el éxodo de los madrileños a la costa o los que salían de vacaciones. A todos ellos había que llevarlos al tren o al avión. Una situación a la que había que sumar a los turistas, nacionales e internacionales, que llegaban para pasar unos días. “Un movimiento de gente continuo”, rememora Ángel. Pero este año ya no. No vamos a poder viajar, con lo que los festivos no van a ser un resorte para su situación. “Si la gente no puede salir de las comunidades, no van a venir a Madrid, ni los madrileños se van a ir fuera”, lamenta. “El taxi no va a tener movimiento, apenas las pocas carreras que puedas hacer dentro de la capital”. Esa es la única salida para las próximas semanas.
La pregunta es: ¿hasta cuándo puede aguantar la situación un taxista como él? Para Ángel, si la pandemia y las restricciones se alargan todo este año, la cosa pinta mal. “Si esto se va a los dos años, mucha gente lo va a pasar muy mal… no van a poder pagar los recibos, el colegio de sus hijos, la hipoteca”, pronostica.
Ana, media vida entre autocares
Tiene 49 años y es la gerente de Rubiocar, una empresa de transporte de viajeros en la que lleva desde 1995. Es el operador del sector más grande de Castilla-La Mancha, pero están por toda España. Tienen una flota de 150 autobuses de todos los tamaños. La mitad hacen viajes de largo recorrido, el resto son líneas regulares o transporte escolar. Ahora están parados. Llevan así un año. “La ausencia de turismo internacional, de viajes de agencias, de excursiones de mayores y escolares… ha provocado que muchos de nuestros trabajadores sigan en ERTE y nuestra actividad discrecional sea prácticamente nula”, explica Ana.
El silencio que provoca la falta de trabajo se impone a la actividad frenética a la que estaban acostumbrados antes de la pandemia. “Cada vez que parece que vamos a dar un paso hacia adelante, acabamos retrocediendo dos”, lamenta esta empresaria. Además, precisamente ahora, empieza su temporada alta. Va de marzo a junio, coincidiendo con el fin de curso. Es una época en la que se viaja mucho más en grupo, algo que no ocurre en verano. “Con este cierre de San José y Semana Santa vamos a perder otro año más”.

Si fuera un año normal, cuenta Ana, su actividad sería ahora mismo frenética: “Estaríamos organizando un montón de viajes a Valencia por San José, a Roma o cualquier parte de España para Semana Santa”. Una época en la que están acostumbrados a reforzar sus líneas por el alto volumen de usuarios.
La evolución de la pandemia es clave para el futuro del sector. Están viviendo una situación muy difícil. Venían de una época de fuertes inversiones y ahora la falta de ayudas es total. Es transporte discrecional, el que podemos contratar tú o yo para ir de excursión, no está en la lista de nadie. “Es muy probable que muchas empresas se queden por el camino”, vaticina Ana. Por ello, cree muy importante que recuperemos la movilidad y que tengamos libertad para viajar.
Francesc, Barcelona desde su VTC
Desde hace 4 años, conduce por las calles de la ciudad condal uno de esos clásicos coches negros que todos tenemos en mente. Su situación no es distinta a la de Ángel o la empresa de Ana. Si miramos a su facturación personal ha caído un 20%: “ahora gano menos dinero”, explica este chófer al que las restricciones a la movilidad le están afectando de lleno, pese a que puede llegar a estar cerca de 11 horas dentro del coche.
A Francesc los clientes le entran por una conocida aplicación, pero ahora mucho menos que antes. “En Barcelona hay mucho menos movimiento. Negocios, ocio y espectáculos, turismo... todo ha caído en picado y, evidentemente, también nuestro trabajo”, relata a COPE.

Pese a ello, hay dos situaciones que le permiten mantener siempre encendido el motor de su Skoda. “Los usuarios prefieren nuestro vehículo en el que van solos a las aglomeraciones del metro, cercanías o autobús...”, explica Francesc. La otra es que pese a que hay menos clientes, la oferta es mucho más pequeña. Es decir, hay tantos VTC que han dejado de trabajar que ahora hay muchos menos vehículos disponibles y es más fácil que la aplicación no deje de sonar. Y si pasa mucho tiempo sin hacerlo, siempre puede “desconectarse y volver más tarde”.
De cara a Semana Santa, tiene asumido que no va a ser como otros años. El cierre de las comunidades lo impide. Y para los empleados del mundo de las VTC llueve sobre mojado después de meses de menos demanda.



