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El largo adiós (pero no definitivo) de la mascarilla obligatoria en España

Adaya González

Agencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 16:10

Adaya González

Diez meses después de su retirada en interiores, España da un nuevo paso en la eliminación del uso obligatorio de mascarilla, pero no el último: en febrero se la podrá quitar quien quiera en el transporte, pero habrá que mantenerla en centros y establecimientos sanitarios, farmacias incluidas.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, llevará el cambio de la norma actual al Consejo de Ministros del 7 de febrero y, una vez se publique en el BOE y entre en vigor -fecha que no ha dado-las mascarillas dejarán de ser obligatorias precisamente en el primer lugar en el que empezaron a serlo, hace ya dos años y ocho meses.

Se adelanta así la fecha inicial que habían recomendado los expertos de la ponencia de alertas, órgano técnico -aunque no vinculante- que asesora al Ministerio y a las comunidades en su toma de decisiones, que en octubre abogaron por mantenerla hasta marzo, coincidiendo con el fin de la temporada de las infecciones respiratorias.

La estabilidad de la covid en España, en la que no ha parecido influir ni las navidades ni la explosión de casos en China, permiten que se pueda quitar en los transportes, ha dicho la ministra; solo nuestro país, además de Alemania -que las retirará la próxima semana- las mantenía como obligatorias en trenes, autobuses, aviones o metro.

Pero seguirán en los centros y establecimientos sanitarios y sociosanitarios, ya sean clínicas, ortopedias, ópticas, farmacias o residencias. Darias trasladará a las autonomías la nueva propuesta de la ponencia -aunque solo a nivel informativo, ya que el uso de mascarilla está regulado por real decreto que compete solo al Gobierno modificar- en el Consejo Interterritorial del próximo miércoles.

DEL METRO A LA PLAYA

España escribe así un capítulo más de la desescalada de la mascarilla obligatoria, que en estos tres años no ha estado exenta de polémica dada su fuerte carga simbólica que la ha aupado como máximo icono de la pandemia.

Polémica que lleva instalada desde el principio, cuando la escasez mundial obligó a Sanidad a recomendarlas y tan solo a personas enfermas, con síntomas o sospechosas de estar contagiadas. Hasta el 4 de mayo de 2020, cuando por primera vez pasaron a ser obligatorias una vez se pudo bajar su altísimo precio gracias a los topes fijados por el Gobierno.

Y del transporte saltó en días a "la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o abierto al público, siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros". Así es como los españoles tuvieron que llevarse la mascarilla a la playa en el verano de 2020.

El periplo del cubrebocas en España marcó una nueva etapa en marzo de 2021, cuando pasó a ser obligatoria en exteriores incluso cuando se pudiera respetar la distancia interpersonal debido a que en el trámite parlamentario de la ley de nueva normalidad, el Senado introdujo una enmienda del PSOE que fijaba esta imposición.

La lectura de la enmienda dio alas a un sinfín de interpretaciones diversas por parte de las comunidades, que la aplicaron según la lectura que quisieron darle. Hubo que esperar tres meses, al 24 de junio, a que el Consejo de Ministros extraordinario levantara la obligación si había distancia.

¿EL PENÚLTIMO PASO?

Tampoco aquella nueva norma duró mucho, ya que en las puertas de las navidades, la Conferencia de Presidentes consideró que la mejor forma de parar a ómicron era volviendo a imponer las mascarillas en los exteriores, con el rechazo prácticamente unánime de toda la comunidad científica.

La norma fue convalidada en el Congreso un mes después como parte del decreto que actualizaba la denominada "paguilla" a los pensionistas, pero en apenas una semana se volvió a cambiar para relajar su uso en exteriores salvo en eventos multitudinarios en los que se estuviera de pie o cuando no hubiera distancia de seguridad si se estaba sentado.

Si eso fue en febrero, en abril finalmente los ciudadanos se pudieron desprender finalmente de la mascarilla en interiores -donde no había dejado de ser obligatoria-, a menos que se encontrasen en centros sanitarios o residencias.

Esta es la norma que se cambiará en dos semanas, la más longeva de las dictadas hasta ahora en cuanto a mascarillas se refiere, y que recomienda un uso responsable, especialmente cuando hay aglomeraciones y cuando se trate de personas vulnerables.

Y es en este mensaje en el que quieren incidir los expertos: aunque dentro de nada se vaya a poder ir en el autobús sin mascarilla porque la buena evolución de la pandemia lo permite, las personas vulnerables o con síntomas -de covid o de cualquier enfermedad respiratoria- deberían ponérsela estén donde estén.

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