La pelea conyugal que quedó para siempre retratada en la Historia del Arte y que hoy se puede ver en la Galería de las Colecciones Reales
La artista sevillana Luisa Roldán es la primera mujer escultora de la que se tiene constancia, al menos, en España

Galería de las Colecciones Reales, Madrid
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Las historias de amor no siempre terminan como dicen los cuentos infantiles. Los protagonistas no siempre son felices y comen perdices. De hecho, en más de una ocasión, han terminado atragantándose con ellas o tirándoselas a la cabeza.
Algunos romances parecen escritos por la tragedia misma. Enrique VIII de Inglaterra y Catalina de Aragón –la hija pequeña de los Reyes Católicos–, por ejemplo, vivieron un matrimonio marcado por la pasión y, al mismo tiempo, el desencanto. La falta de un heredero varón fue, para el monarca inglés, motivo más que suficiente para pedirle a la infanta castellana el divorcio. Lo que supuso, por otra parte, el germen de la Iglesia Anglicana. Siglos después, el caso de Frida Kahlo y Diego Rivera nos muestra que ni el arte ni la intensidad del amor garantizan la armonía; sus celos, traiciones y reconciliaciones hicieron de su relación un torbellino que desafió cualquier cuento de hadas.

Muñecos de una tarta de boda
LA ROLDANA
Algo parecido le sucedió a Luisa Roldán (1652-1706) con Luis Antonio de los Arcos. Más conocida como ‘La Roldana’, Luisa fue la quinta de los doce hijos que tuvo en Sevilla el gran escultor Pedro Roldán y Fresneda con Teresa de Jesús Ortega y Villavicencio.
Nacida casi con toda probabilidad a finales del mes de agosto o principios del de septiembre de 1652 –ya que su partida de bautismo está fechada el 8 de septiembre de ese mismo año–, logró llegar a convertirse no solo en una de las principales figuras del Barroco andaluz y español, sino también en la primera escultora, al menos española, de la que se tiene registro. Por desgracia, todavía hoy en día sigue siendo una artista olvidada.
LUISA O LA SOMBRA DE SU PADRE Y SU MARIDO
La Roldana se formó, como no podía ser de otra manera, en el obrador de su padre, Pedro Roldán. Durante la segunda mitad del siglo XVII, este era el mejor taller que había en la ciudad de Sevilla y en toda la Andalucía occidental.

Pedro Roldán retratado por Francisco de Goya y Lucientes
Según el profesor Manuel Jesús Roldán, Luisa "fue una triunfadora que vivió su vida en libertad". Desde pequeña, junto a su progenitor, "aprendió a leer y a dibujar, los conceptos básicos del tratamiento del barro y la madera y los conocimientos iconográficos necesarios para el oficio". Pedro Roldán, de marcado carácter aperturista, educó a todas sus hijas "en la igualdad y en la excelencia" y, por supuesto, "al nivel de sus otros dos hermanos varones".
El sevillano explica que la presencia de su padre, sin duda, "uno de los grandes creadores de la segunda mitad del siglo XVII", fue fundamental tanto en la vida personal como en la artística de Luisa Roldán. Además, apunta que, pese a aprender con y de él, terminó superándole en "varios aspectos como el manejo del barro y las imágenes en pequeño formato o la delicadeza y la sensualidad de sus obras".
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Sin embargo, su padre no fue el único hombre importante en su vida. El 25 de diciembre de 1671, día de Navidad, Luisa contrajo matrimonio en la parroquia de San Martín de Sevilla con uno de los artistas que trabajaban junto a ella en el obrado de su padre: Luis Antonio de los Arcos. Un enlace al que sabemos que su Pedro Roldán se opuso, aunque si bien no conocemos del todo el por qué, parece ser que pudo deberse a que no confiaba del todo en su aprendiz.
Cuenta Álvaro Pascual Chenel que, unos días antes de la boda "Luisa fue sacada de su casa paterna mediante mandamiento judicial permaneciendo bajo custodia del maestro dorador Lorenzo de Ávila hasta que se celebrase el enlace". Curiosamente, este historiador del arte asegura que "el único documento legal localizado firmado por Luisa Roldán durante su época sevillana" es el expediente matrimonial.

Retablo mayor de la parroquia del Sagrario de Sevilla realizado por Pedro y Luisa Roldán
Es muy posible que la boda supusiera también para el matrimonio el abandono del taller de Pedro. Los jóvenes esposos –ambos contaban apenas los veinte años– decidieron establecerse como artistas independientes. En esta nueva etapa, será Luis y no Luisa quien firme los contratos “pues por ley y salvo excepciones una mujer casada no podía figurar como parte en documentos contractuales”, dice Pascual.
OTROS DESTINOS
El talento y la fama de 'La Roldana' crecían encargo tras encargo. Aunque el taller de su padre le aseguraba el trabajo y el sustento económico, Luisa aspiraba a algo más: el reconocimiento. Y eso solo podía conseguirlo en solitario, lejos de su padre que, por su indiscutible valía, acaparaba muchos de los contratos que entonces se firmaban en Sevilla.
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Es por eso por lo que, quizá, decide trasladar su propio taller a la ciudad de Cádiz para la que hará un magnífico Ecce Homo (1684) –siendo la primera obra que tenemos perfectamente documentada de ella como autora–, el monumento para la Semana Santa y las imágenes de los santos patronos Servando y Germán (1687) que hoy se conservan en la catedral gaditana.
No obstante, será su estancia en Madrid la que le traerá mayor gloria y también sufrimiento. Luisa marchó a la Corte junto a su marido en 1689, donde conseguirá convertirse en escultora de cámara. Allí, reconoce Manuel Jesús Roldán, “conocerá también la necesidad económica porque la corte madrileña, provinciana y cateta, pagaba mal y tarde”.

El entierro de Cristo, miniatura realizada por Luisa Roldán
De hecho, se conservan varias cartas dirigidas al rey Carlos II en las que la escultora suplica ayuda, lamentando que "por estar pobre y tener dos hijos, lo paso con grandes estrecheces pues muchos días falta para lo preciso para el sustento de cada día", llegando incluso a pedir vestuario o una ayuda de costa. Ese fue uno de los motivos por los que la artista sevillana comenzó a trabajar el pequeño formato que tanta fama le daría luego.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
La vida de Luisa estuvo marcada por el dolor, pues hubo de afrontar la pérdida de varios hijos. "De los siete que tiene, al menos cuatro mueren, y dos lo hacen en el mismo mes. Lo que le provocó, seguro, un dolor intenso que debió reflejar en sus esculturas", explica Roldán. Sin embargo, no todo en su trayectoria quedó teñido por la desgracia: también supo encarnar en sus obras la hermosura y la pasión, porque, como señala el historiador del arte, "cuando alguien representa en sus obras el dolor, la belleza y la pasión de una forma tan clara es porque las ha vivido".
En Madrid 'La Roldana' descubrió que su marido la había estado engañado durante 13 años, como apunta Manuel Jesús Roldán en su novela Cara de ángel. La Roldana (1652-1706), "alimentando una boca bastarda". Luisa decide vengarse de la mejor manera que sabe hacerlo: a través del arte.

Detalle de 'El arcángel San Miguel venciendo al demonio', obra de Luisa Roldán
Aunque no está reconocido de forma oficial, el novelista asegura que Luisa retrató a su marido en su obra El arcángel san Miguel venciendo al demonio (que hoy puede verse expuesto en la Galería de las Colecciones Reales). En esta composición "ella es el bien, es decir, San Miguel arcángel, y su marido el mal, encarnado en la figura del demonio".
La obra destaca por varias cosas. En primer lugar, reconocen desde Patrimonio Nacional, la talla "es muestra significativa de su versatilidad como escultora", capaz de trabajar en el pequeño y en el gran formato. Por otra parte, no solo destaca el dinamismo que le dan al conjunto tanto la espada flamígera que levanta el arcángel, como la capa que este mismo porta, sino que también es reseñable el cuerpo del diablo, que "evidencia su habilidad en la representación del desnudo".

'El arcángel San Miguel venciendo al demonio', obra de Luisa Roldán en la Galería de las Colecciones Reales
Pero lo que más llama la atención es el modo de firmar la obra. Luisa se atribuye la autoría de esta soberbia escena en la sandalia del arcángel. Ahí deja escrito no solo su nombre, sino también su cargo, escultora de cámara, y su ciudad natal Sevilla. Todo ello en una búsqueda de ser eterna, de pervivir de la mano de su obra artística.





