El fiscal Antonio Roma: “El lobo de Allariz era una persona con frustraciones y una maldad solapada”

El conocido fiscal, descendiente de uno de los miembros del tribunal que juzgó a Romasanta, descarta la hipótesis de que el hombre lobo fuera mujer

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Antonio Roma: “El lobo de Allariz era una persona con frustraciones y una maldad solapada”

Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Han pasado más de 150 años desde el juicio contra el hombre lobo gallego, Manuel Romasanta, y todavía es uno de los casos más impresionantes de la crónica negra española. El lobo de Allariz reconoció haber asesinado a 9 personas en noches en las que se convirtió en licántropo junto a otros dos individuos que le habían echado un conjuro. Tras ser condenado a muerte por garrote vil, la Reina Isabel II le concedió el indulto bajo petición del conocido Dr. Philips, un hipnotista francés.

Mientras recordamos uno de los crímenes más espeluznantes e increíbles de la historia de nuestro país, el fiscal Antonio Roma, descendiente de uno de los miembros del tribunal que juzgó a Romasanta, detalla en COPE los pormenores del proceso. ¿De verdad era hermafrodita? ¿Tenía compinches a los que nunca apresaron?

Pregunta- ¿A nivel judicial cómo se concebía la licantropía?

Antonio Roma- Era una rareza, piensa que nos estamos moviendo en el tiempo del Romanticismo. Ocurre en 1851, un tiempo en el que empieza a surgir la hipnosis, como ciencia, se desarrolla en Francia en esa época. Y uno de los primeros investigadores manda una carta a la Reina Isabel II diciendo que ese señor podía estar afectado por la electrobiología. Era un hipnotizador de teatro, y llegó a mandar a la Reina recortes de sus actuaciones. También es una época en la que surgen los asesinos en serie. Ya se habían producido episodios de licantropía en Europa, uno en el siglo XVIII en Alemania, y otro en el XIX en Nápoles.

Cuando se le detiene en Nombela se le encuentra un cordel de ciego, una pajita en la que cuenta los versos para enamorar a una mujer. En aquella época se habla de Don Genaro y Antonio, dos licántropos valencianos que formaban parte de la cultura popular, y que ellos le habían echado un mal fario que le habían convertido en hombre lobo.

P- Si él declara que cometió los crímenes con otros dos licántropos, ¿por qué no se investigó que tuviera dos compinches legales?

AR- Hay un factor que es la excentricidad de la declaración. El tribunal no tenía que saber si existía una historia sobre los otros dos licántropos. Pero, en cualquier caso, tanto el abogado como el fiscal del caso eran de extrema brillantez. El abogado llegó a cuestionarlo: nos creemos la parte de que ha matado personas, pero no nos creemos la parte de la licantropía. ¿Por qué se investiga una parte y no la otra?

P- Al final lo que sustentó el proceso judicial fue la confesión...

AR- En la Ley de Enjuiciamiento criminal lo tenemos desde 1882, pero prácticamente ya existía antes el valor de la confesión. No vale solo con que alguien nos confiese algo, hay que investigar también lo que nos está confesando. Esto es un principio general del Derecho que, aunque no existía en 1853, forma parte del debate. ¿Se puede condenar a alguien solo por la confesión? Él mismo confesó y llevó a los agentes a las zonas donde había arrastrado a sus víctimas, pero no había elementos forenses para localizar restos humanos.

P- Tampoco se comprobaron las mantecas, porque se hablaba de que sacaba las mantecas a sus víctimas

AR- Los últimos orificios para sacar las mantecas se investigaron. Había un dicho en la cultura popular que indicaba a que se sospechaba de este hombre por vender manteca. Había un mito que decía que las mantecas se usaban para curar enfermedades. Lo que hacían era importan momias de Egipto en toneladas. En Portugal se investigó: el juez de Allariz, que lo hizo francamente bien, manda una comisión rogatoria a Portugal para que investiguen si había un gallego vendiendo unto en el norte de Portugal. Es verdad que en esa época había sacaúnto, pero no en esta historia ni es una pieza importante de Romasanta.

P- Si la sentencia se basó en la confesión, ¿por qué tardó el juicio un año en resolverse?

AR- A mí no me parece que dure tanto. Lo que dura un año es la instrucción judicial. Es un sistema judicial en el que tenemos una fase de instrucción que solo existe en España respecto a todo el mundo. Es un fenómeno de arqueología jurídica, en el que nos tenemos que manejar los operadores jurídicos actuales. Lo que hace es que el juez investiga, llama a los testigos, él declara en varias ocasiones, les acompaña a buscar pruebas. El argumento era que llevaba a las personas que mata a Santander, pero estas nunca llegaban. El objetivo era que, o trabajaban en Santander, o se embarcaban a América. Él llegó a falsificar la carta de un niño de 11 años que aseguraba que ya se había convertido en abogado.

Es verdad que en esa época no se hacían pruebas caligráficas. Se investiga en Galicia, en Portugal... Se investigan cosas, y es relativamente rápido. Es el juez el que acuerda la pena de muerte y lo que hace es remitir las actuaciones y al preso a Coruña, donde lo que se hace es una revisión con el fiscal jefe de Galicia y otro abogado diferente. No es un procedimiento lento, de hecho me parece espectacular en cómo se desarrolla.

P- ¿Qué incidencia pudo tener que fuera hermafrodita?

AR- Hablamos en términos de hipótesis, nunca recuperamos el cuerpo. Ahí hay varias hipótesis en los últimos años: la primera es si había consumido cornezuelo de centeno. Para entendernos: si sufría alucinaciones. Una segunda posibilidad es que fuera hermafrodita y que eso le generara frustraciones. Esto lo fundamenta un médico forense con prestigio, por lo que no es una especulación.

A mí me cuesta creer que tuviera hermafroditismo. Se trata de una persona frustrada, a la que había abandonado su madre, y que mató a madres solteras. Había sido criado desde siempre por un tío cura. Un tipo de estatura especialmente baja, muy afeminado, y que se relacionaba mucho mejor con las mujeres que con los hombres. Yo creo que era persona que podía tener sus frustraciones y una maldad solapada.

Los médicos de la época no le cuestionan que sea un varón. También en el acta de nacimiento se le inscribe como Manuela, pero puede ser un error, que luego se corrige, o para evitar milicias. Pero el informe médico sí que dice es que es una persona que no tiene afectadas sus capacidades intelictivas, sino que actúa por la maldad. Ahí, el abogado dice: “¿y hacen falta 5 médicos para decirnos que alguien es malo? ¿Qué ciencia diferencia entre lo bueno o malo?” No creo que fuera hermafroditismo. Alguien al final siempre te acompaña cuando vas a orinar. Es una tesis complicada.

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