El club de lectura de La Mañana

El lugar mas feliz del mundo

Imagen de la portada del libro

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Represión, tragedias, vidas en definitiva que se ha ido encontrando su autor,

, corresponsal del diario

, a lo largo de 15 años de destino en Asia.

David Jiménez aun recuerda el momento en el que entró en el despacho de Pedro J. Ramírez en El Mundo para decirle que quería abrir una corresponsalía en Asia. “Le pareció una buena idea. Días después me dieron medio millón de pesetas y partí hacia Hong  Kong".

David “mantiene la ilusión”,  pero no la misma de los comienzos, “esa que tenías cuando aparecía tu nombre en la portada del periódico o cuando llegabas a la redacción y los jefes te felicitaban. Eso pasa a un vigésimoquinto plano y lo que te queda es la motivación, cuando vas a esos lugares remotos y das a voz a personas que de otra manera no podrían contar su historia”.

Vivir en ese universo tan complejo y regresar a España, requiere de una despresurización. “Cuando cubres guerras, tsunamis, y vuelves a casa, te choca que te digan que has hecho un buen trabajo porque has visto ciudades devastadas, gente que lo ha perdido todo, o la condición humana en su peor momento, la guerra”. Por eso después de esos viajes hay un periodo de “adaptación hasta que vuelves a la cotidianeidad y a la cordura. Cuesta un poco”, reconoce.

Y luego está el retorno a los lugares de sus historias. “Un viaje no está completo hasta que no has regresado. Me sorprendo de encontrar la misma gente, de ver como han luchado por mejorar su situación y la de los que le rodean. El libro es duro pero hay una esperanza en esos personajes fascinantes que he encontrado”.

Una de estas historias es la de Mai, una joven prostituta. “Hace 15 años viajando por Camboya descubrí un pueblo donde cada casa se había convertido en un burdel y donde se ofrecían niñas para relaciones sexuales. Había una casa con una habitación rosa donde encerraban a las vírgenes que vendía por un precio mayor. Allí encontré a Mai que vivía con dos monos, sus únicos amigos. Años después regresé y me alegró ver que los misioneros americanos  habían conseguido devolver la dignidad a aquel lugar convirtiendo aquellos burdeles en talleres de confección, y a los traficantes, en boxeadores profesionales. Ese es el lado de la esperanza que siempre hay”.

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Visto en ABC

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