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Críticas de los estrenos de cine del 17 de enero

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín comenta “El lobo de Wall Street”, “Mandela: Del mito al hombre”, “Todo el santo día”, “Oslo, 31 de agosto”, “Sigo siendo''·, “Asier y yo” y “Memoria de mis putas tristes”.

El lobo de Wall Street

El lobo de Wall Street

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 12'Actualizado 26 may 2017

EL LOBO DE WALL STREET (The Wolf of Wall Street) *** (6)

FICHA TÉCNICA.- Director: Martin Scorsese. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Matthew McConaughey, Jonah Hill, Jon Favreau, Jon Bernthal, Kyle Chandler, Ethan Suplee, Shea Whigham, Jean Dujardin, Rob Reiner, Spike Jonze, Joanna Lumley, Margot Robbie, J.C. MacKenzie. Guion: Terence Winter, basado en los libros “The Wolf of Wall Street” y “Catching the Wolf of Wall Street”, de Jordan Belfort. EE.UU. 2013. Comedia negra. 180 min. Adultos.

Dos años después de triunfar con “La invención de Hugo” —su fascinante aportación al 3D estereoscópico y su única película para todos los públicos—, el veterano cineasta neoyorquino Martin Scorsese retorna en “El lobo de Wall Street” a su agresivo y desencantado territorio habitual, por el que ha deambulado en películas como “Malas calles”, “Taxi Driver”, “Toro salvaje”, “El color del dinero”, “Uno de los nuestros”, “El cabo del miedo”, “Casino”, “Gangs of New York”, “El aviador”, “Infiltrados”, “Shutter Island”… Esta vez lo hace con un tono de comedia negrísima y desmelenada a partir de “The Wolf of Wall Street” y “Catching the Wolf of Wall Street”, los dos libros de memorias del también neoyorquino Jordan Belfort, un corredor de Bolsa judío que se hizo multimillonario a través de prácticas fraudulentas. Tras ganar diversos premios de la crítica estadounidense y el Globo de Oro al mejor actor de comedia o musical (Leonardo DiCaprio), la película opta a cuatro Premios BAFTA —mejor director, actor, guion adaptado y montaje— y a cinco Oscar: mejor película, director, actor, actor de reparto (Jonah Hill) y guion adaptado.

El guion de Terence Winter (“Los Soprano”, “Boardwalk Empire”) cede la narración al propio Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), que relata su vida en primera persona, desde sus inicios como modesto broker de LF Rothschild, cuando todavía estaba felizmente casado con una sencilla peluquera. Sus decisivos encuentros con Mark Hanna (Matthew McConaughey) y Donnie Azoff (Jonah Hill) alientan su codicia, que le lleva a fundar en Long Island la firma Stratton Oakmonts, a través de la que estafó a miles de pequeños y grandes inversores con la venta fraudulenta de acciones de diversas empresas. De este modo, Belfort se convierte en multimillonario de la noche a la mañana, y cae en una vorágine de despilfarro, drogas de todo tipo, prostitución y excéntricos desmelenes, que contagia a sus socios y empleados. Pero su relación con el turbio banquero suizo Jean Jacques Saurel (Jean Dujardin) dará alas al agente especial Patrick Denham (Kyle Chandler), un incorruptible oficial del FBI que le investiga desde hace tiempo.

Scorsese no da tregua al espectador en ningún momento, y despliega una planificación fragmentada y frenética, entre operística y publicitaria, algo tarantiniana, muy bien sostenida por la sensacional banda sonora de Howard Shore —completada por una generosa selección de canciones—, la estridente fotografía de Rodrigo Prieto y, sobre todo, el antológico montaje de Thelma Schoonmaker. A pesar de tal borrachera audiovisual, Scorsese logra que la trama se siga con claridad y que brillen con luz propia las interpretaciones de todo el reparto, sobre todo la de Leonardo DiCaprio, que confirma su amplitud de registros y gestos en esta su quinta colaboración con el cineasta neoyorquino.

Sin embargo, el conjunto dejará un regusto decepcionante en todo aquel que exija a las películas algo más que simple excelencia formal. Por un lado, el metraje del filme —¡¡¡tres horas!!!— es a todas luces excesivo, pues Scorsese se regodea en la degradación moral de los personajes a través de superfiestas y bacanales que acaban resultando reiterativas y enfáticas. Además, resuelve esas escenas con un tratamiento del sexo enormemente zafio, explícito y morboso, hasta el punto de que enturbia el enfoque ético de la película, supuestamente crítico con el desenfreno hedonista de Belfort y sus compinches, y con el capitalismo salvaje e insolidario que practican. Finalmente, resulta molesto que se obvie el sufrimiento de las víctimas de Belfort, y se echa en falta un poco más de oxígeno y normalidad en la trama. Ciertamente, tienen vigor las contadas apariciones del honesto y mordaz Agente Denham —muy bien interpretado por Kyle Chandler—; pero resultan insuficientes frente a los agotadores excesos de los personajes principales, tan extremados que debilitan la credibilidad de la trama y llevan a los actores al borde del histrionismo y, a veces, más allá. En fin, que “El lobo de Wall Street” goza de un cuerpo apabullante, brillantísimo, memorable, pero animado por un alma pequeñita, pequeñita, de escasa humanidad. J. J. M.



MANDELA: DEL MITO AL HOMBRE (Mandela: Long Walk to Freedom) **** (7,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Justin Chadwick. Intérpretes: Idris Elba, Naomie Harris, Tony Kgoroge, Riaad Moosa, Terry Pheto, Gys de Villiers, Jamie Bartlett, Lindiwe Matshikiza, Deon Lotz, Mark Elderkin, Michelle Scott. Guion: William Nicholson, basado en la autobiografía de Nelson Mandela “Un largo camino hacia la libertad” (“Long Walk to Freedom”). Reino Unido-Sudáfrica. 2013. Drama histórico. 139 min. Jóvenes-adultos.

Un primer aliciente de este biopic del famoso líder sudafricano Nelson Mandela —fallecido en Johannesburgo el pasado 5 de diciembre de 2013— es que se basa en su autobiografía “Un largo camino hacia la libertad” (“Long Walk to Freedom”), publicada en 1994, nada más convertirse en presidente de la República, cargo en el que se mantuvo hasta 1999. En 2009, Mandela concedió personalmente sus derechos para el cine al productor sudafricano Anant Singh, que encargó su adaptación al prestigioso guionista inglés William Nicholson, autor de los libretos de películas de época tan relevantes como “Tierras de penumbra”, “Gladiator” o “Los miserables: el musical”. Y su sólido trabajo lo ha traducido en imágenes su compatriota Justin Chadwick, premiado realizador televisivo que dio el salto al cine con “Las hermanas Bolena” (2008) y “The First Grader” (2010).

La película se inicia con un breve prólogo en torno a la infancia y adolescencia de Nelson Rolihlahla Mandela en Mvezo, un poblado de 300 habitantes cerca de Umtata, en el Transkei, perteneciente al clan Madiba de la etnia xhosa, con cuya casa real estaba emparentado. Y, después, a través de una ágil y vigorosa estructura lineal, la película sintetiza el ejercicio de la abogacía por Mandela (Idris Elba), su matrimonio con Evelyn Mase (Terry Pheto), su afiliación al Congreso Nacional Africano (CNA) en 1950, su segundo matrimonio con Winnie Madikizela (Naomie Harris), su participación en diversos atentados contra el apartheid y su condena a cadena perpetua en 1961 por sabotaje.

Con la recreación de los 27 años que Mandela pasó en las prisiones de la Isla de Robben y Pollsmoor, la película adquiere un tinte más político, al describir en paralelo la evolución de Mandela hacia el pacifismo y la negociación, y la radicalización de su esposa Winnie en su lucha violenta contra los afrikaners y los propios negros colaboracionistas, a través de los tristemente famosos “collares de fuego”, que la película no deja de mostrar. Tras años de dura segregación racial y constantes enfrentamientos armados, la llegada a la presidencia sudafricana del pragmático Frederik Willem de Klerk (Gys de Villiers), en 1989, supuso el comienzo del fin del apartheid, preparado a través de diversas negociaciones secretas con Mandela, y culminado con su liberación en 1990, la derogación de las leyes segregacionistas, la legalización del CNA, la aprobación de una nueva Constitución no racista y el acuerdo entre ambos líderes para establecer un gobierno de transición.

Justin Chadwick recrean todo este rico material sin estridencias formales, a través de una puesta en escena muy clásica, nítida en su planificación, de alto nivel emocional y que se apoya muy bien en la esmerada ambientación de Johnny Breedt, la preciosa fotografía de Lol Crawley, el fluido montaje de Rick Russell y la sugerente partitura de Alex Heffes —que ha optado a los Globos de Oro—, completada por una buena selección de canciones africanas tradicionales y modernas. También brilla Chadwick en la dirección de actores, especialmente respecto a la matizada interpretación del londinense Idris Elba (“The Wire”, “Luther”), que refleja con gran veracidad las grandezas de Mandela sin ocultar sus miserias, por ejemplo en sus años de lucha armada o en su conflictiva relación con sus esposas. Por eso resulta justa su nominación al Globo de Oro al mejor actor dramático, que puede culminar con su candidatura al Oscar.

Elogio especial merece el tono ponderado de la película, en general hagiográfico respecta a Mandela, pero que no oculta sus propios excesos, los de Winnie Mandela y los del CNA, aunque obvia la inspiración comunista de esta organización. Esta moderación refuerza la humanidad de los personajes, también los afrikaners, que son dibujados sin caer en la caricatura gruesa. El filme incluye crudos pasajes de violencia y algún apunte sexual demasiado explícito; pero no carga la mano ni en un punto ni en otro. Queda así una notable producción histórica, de sólida factura formal, narrativa e interpretativa, y enriquecedora en su decidida exaltación del perdón, la reconciliación y la paz. Quizá no logre meterse entre las favoritas a los Oscar, pero podría ganar el Premios BAFTA a la mejor película británica. Y, desde luego, cabe aplaudir el Globo de Oro a la mejor canción que ha ganado “Ordinary Love”, de U2, su excelente tema de los créditos finales, ahora también candidato al Oscar. J. J. M.

 

TODO EL SANTO DIA (Tutti i santi giorni) ** (5,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Paolo Virzì. Intérpretes: Luca Marinelli, Thony, Katie McGovern, Robin Mugnaini, Donatella Barzini, Fabio Gismondi. Guion: Francesco Bruni y Paolo Virzì. Italia. 2012. Tragicomedia. 102 min. Adultos.

Ti?mido, servicial y educado, Guido (Luca Marinelli) es portero de noche en un hotel y ama la cultura cla?sica. Extrovertida, pasional y malhablada, Antonia (Thony) trabaja para una empresa de alquiler de coches, tiene una bella voz y compone canciones indie en inglés, que interpreta de vez en cuando en un modesto local. Guido y Antonia llevan juntos siete años, pero sólo se ven por la man?ana temprano, cuando Guido regresa del trabajo, despierta a Antonia con el desayuno y hacen el amor. Su relacio?n parece indestructible, pero el creciente deseo de tener un hijo, que no llega, les conducirá a situaciones complicadas, algunas divertidas, otras deplorables.

Esta nueva tragicomedia de Paolo Virzi (“La prima cosa bella”) se basa en “La generazione”, primera novela de Simone Lenzi, compositor y cantante de Virginiana Miller, uno de los grupos indie italianos más populares. El director toscano la convierte en imágenes a través de una liviana puesta en escena naturalista, de taciturna planificación, en la que mima a sus protagonistas: el casi siempre brillante Luca Marinelli y la debutante Federica Victoria Caiozzo, más conocida como Thony, su nombre artístico. Esta compositora y cantante siciliana rebosa autenticidad y cercanía en su espléndida caracterización de Antonia, y firma también las melancólicas canciones que componen la banda sonora, una de ellas, la bellísima “Flowers Blossom”. Gracias a ellos, Guido y Antonia resultan entrañables y cercanos al espectador, sobre todo como modelos del patético desconcierto vital y afectivo de tantos treintañeros occidentales.

Sin embargo, el conjunto se resiente gravemente de la falta de equilibrio de su tono tragicómico, que a menudo extrema la comedia hasta el esperpento grosero, y el drama hasta la tragedia forzada. En este sentido, pesa también el excesivo exhibicionismo de las escenas sexuales, tan metido con calzador que llega a debilitar la credibilidad de los personajes. Tampoco es precisamente sutil su visión de la fecundación asistida ni de la moral católica en general. Es una pena, pues la película afronta temas de candente actualidad con frescura narrativa y una mirada en realidad positiva del matrimonio, la maternidad y la paternidad. J. J. M.



OSLO, 31 DE AGOSTO  (Oslo, 31. August) *** (6,5)

FICHA TÉCNICA.- Director: Joachim Trier. . Intérpretes: Anders Danielsen Lie (Anders), Hans Olav Brenner, Ingrid Olava, Øystein Røger, Tone Beate Mostraum, Kjærsti Odden Skjeldal, Johanne Kjellevik Ledang, Petter Width Kristiansen. Guion: Joachim Trier y Eskil Vogt, basado en la novela “Le feu follet”, de Pierre Drieu La Rochelle. Noruega 2011. Drama. 96 min. Jóvenes-adultos.

Anders (Anders Danielsen Lie), de 34 años, es un adicto a las drogas que está a punto de finalizar un tratamiento de desintoxicación en un centro situado en el campo, cerca de Oslo. Como parte de la terapia, le autorizan a ir a la ciudad para realizar una entrevista de trabajo. Pero él vagará todo el día por las calles intentando recuperar las oportunidades que desaprovechó y el favor de las personas a las que ha decepcionado.

Tras debutar brillantemente en 2006 con “Reprise”, el cineasta noruego de origen danés Joachim Trier —sobrino lejano de Lars Von Trier— confirma su cualidades y limitaciones en “Oslo, 31 de agosto”, un drama sobrio y pesimista, libremente basado en la novela “Le feu follet”, del escritor parisino Pierre Drieu La Rochelle. Ese fatalismo es quizás el principal lastre del filme, cuyo desarrollo y desenlace resultan demasiado previsibles, mucho más que el sugerente planteamiento. De todas formas, Trier presenta todos ellos con una contundente y contemplativa puesta en escena más bien hiperrealista, aunque rota de vez en cuando por vigorosos insertos oníricos en torno a los efectos de las drogas en el protagonista. Y, además, despliega una rigurosa dirección de actores, que dota de dolorosa veracidad a la desesperada soledad de Anders y otros personajes.

En este sentido, resultan certeras las reflexiones de Trier —muy a contracorriente y tal vez autobiográficas— sobre la desintegración moral de las nuevas generaciones en las sociedades occidentales, a las que muestra atenazadas por un patético individualismo hedonista, sin sólidos referentes éticos, cuyo único motor vital es una escapista y patológica búsqueda del placer físico, y cuyo destino natural es el nihilismo. Éste es el enfoque de las duras críticas que el propio Anders —¿el propio Trier?— lanza contra la educación supuestamente “progresista” que recibió de sus padres. “Odiaban a los reaccionarios —recuerda—, pero esperaron años antes de comprar un reproductor de vídeo (…). Me hicieron un lector crítico, y me enseñaron a despreciar a los que no sabían expresarse (…). Él decía que los que valoraban el militarismo eran aburridos. Ella tenía una visión tolerante de las drogas. Él quería prohibir las barbacoas en los parques. La democracia era solo la mejor alternativa (…). Respetaban mi privacidad, tal vez demasiado. Me enseñaron que la religión es una debilidad. No sé si estoy de acuerdo… Nunca me enseñaron a cocinar, ni a construir una relación. Pero parecían felices. Nunca me dijeron cómo se disuelve la amistad. Ella decía que podía hacer lo que quisiese, decidir qué podía hacer, a quién amar, dónde vivir. Siempre me ayudaron. Eran más estrictos con mi hermana que conmigo”.

Da que pensar, por tanto, esta incómoda película, cercana en sus planteamientos formales y de fondo a obras clave del movimiento Dogma 95, como “Celebración”, de Thomas Vinterberg, o del post-Dogma 95, como “La caza”, también de Vinterberg, o “En un mundo mejor”, de Susanne Bier. J. J. M.



SIGO SIENDO (Kachkaniraqmi) *** (7)

FICHA TÉCNICA.- Director: Javier Corcuera. Intervienen: Amelia Panduro, César Calderón, Jaime Guardia, Máximo Damián, Raúl García Zárate, Andrés “Chimango” Lares, Duco, Magaly Solier, Carlos Hayre, Rosa Guzmán, José Izquierdo, Manuel Vásquez, Susana Baca, Laurita Pacheco, Sila Yllanes, Consuelo Jerí, Paloma Chuspicha, Victoria Villalobos. Guion: Javier Corcuera y Ana de Prada. Perú. 2012. Documental. 110 min. Jóvenes.

El título original de este nuevo documental del limeño Javier Corcuera (“La espalda del mundo”, “La guerrilla de la memoria”, “Condenados al corredor”, “Hijas de Belén”, “Invierno en Bagdad”) es “Kachkaniraqmi”. Se trata de una expresión quechua que significa algo así como “sigo siendo, todavía existo”, y que resume muy bien el espíritu reivindicativo de este abigarrado periplo por un Perú desconocido y recóndito. Un nostálgico viaje humano y musical a través de tres grandes regiones peruanas —la zona andina cercana a Ayacucho, la selva amazónica y los barrios costeros de la ciudad de Lima— llenas de historias que merecen ser contadas, donde se sigue cantando en la lengua indígena y donde se conserva una manera única de bailar, zapatear, danzar y tocar la guitarra, el violín, el arpa, el cajón, las tijeras…

Acierta Corcuera al encarnar las raíces musicales de su país en artistas de carne y hueso, con nombres y apellidos, para los que “no se puede vivir sin música” y que asientan la belleza de sus obras en la propia historia de su tierra y de sus gentes, y en la agreste hermosura de sus caminos, sus montes, sus árboles, sus ríos, sus cascadas… Presentado con una planificación siempre sustancial y un montaje sereno y contemplativo, ese enfoque propicia numerosos pasajes de gran emotividad y calor humano, en los que se desborda la sencilla humanidad de unos hombres y unas mujeres que no quieren perder su identidad más profunda, que luchan con uñas y dientes por seguir siendo.

A ratos, la película resulta ardua de seguir, sobre todo cuando se regodea en un naturalismo casi panteísta, un tanto pagano y superficial. Pero enseguida surge una nueva chispa de auténtica humanidad —habitualmente abierta a la trascendencia religiosa—, que vuelve a elevar el nivel emocional muy por encima de la media. Una interesante propuesta, por tanto, sobre todo para los aficionados a la música y a la etnografía. J. J. M.



AISER Y YO (Asier ETA biok) ** (5,5)

FICHA TÉCNICA.- Directores y guionistas: Aitor Merino y Amaya Merino. Intérpretes: Aitor Merino. España-Ecuador. 2013. Documental. 94 min. Jóvenes.

El donostiarra Aitor Merino y el navarro Asier Aranguren son amigos íntimos desde la infancia. El primero se afincó en Madrid hace años, y se ha labrado una carrera como actor a través de películas como “Historias del Kronen”, “Horas de luz” o “Te doy mis ojos”. Mientras tanto, Asier ingresó en la banda terrorista ETA, fue detenido en el sur de Francia, pasó ocho años en una prisión parisina —entre 2002 y 2010—, y ahora vive en Pamplona y fue detenido la semana pasada en la operación contra el frente de ''makos'' de ETA. Ambos defienden la autodeterminación del País Vasco, pero sólo Asier legitima la violencia de ETA como necesaria en el camino hacia su consecución. Para intentar entender su posición y hacerla comprender a sus amigos madrileños, Aitor Merino ha rodado este documental, su primer largometraje tras la cámara.

El propio Merino se rueda a sí mismo cámara en mano, mientras relata al espectador la historia de su amistad con Asier Aranguren, ilustrada con fotos y filmaciones antiguas, fragmentos de telediarios y declaraciones del propio Asier y de sus familiares, amigos y correligionarios. El resultado es narrativamente fresco y entretenido —nunca frívolo, aunque sí muy malhabado—, y se beneficia de un tono ponderado y decididamente crítico con la violencia, tanto de ETA, como del GAL o de quien sea. En este sentido, tienen mucha fuerza algunas situaciones, como una cena de Nochevieja durante la que la madre de Asier le reprocha duramente su actitud comprensiva respecto a ETA o un diálogo íntimo entre Aitor y Asier, en el que éste no acaba de desvelarle si ha asesinado o no.

Sin embargo, el elogiable afán de Aitor Merino por tender puentes resulta incómodo por su cierta equidistancia entre ETA y los GAL, por mostrar a Asier como una persona normal, sacrificada y cariñosa, y, sobre todo, por su cierto olvido de las víctimas de ETA, que no tienen otra voz en la película que las fotografías de sus cadáveres. En fin, que se agradece el esfuerzo conciliador y dialogante de Aitor Merino, y su afán por huir del maniqueísmo y las simplificaciones ideológicas. Pero se queda corto en su intento, y nada y guarda la ropa demasiado respecto al nacionalismo vasco en general, de modo que probablemente su película no agrade ni a los abertzales ni a los españolistas. J. J. M.



MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES * (3)

FICHA TÉCNICA.- Director: Henning Carlsen. Intérpretes: Emilio Echevarría, Geraldine Chaplin, Paola Medina, Luis Miguel Lombana, Diego Zinker, Olivia Molina, Ángela Molina, Evangelina Martínez, Evangelina Sosa Martínez, Alejandra Barros, Arturo Beristain, Dominika Paleta. Guion: Jean-Claude Carrière y Henning Carlsen, basado en la novela de Gabriel García Márquez. México. 2011. Drama. 97 min. Adultos.

El Sabio (Emilio Echevarría), viejo y solterón columnista de un periódico mexicano de provincias, se ha pasado la vida pagando los servicios sexuales de las mujeres. En 1960, la víspera de su 90 cumpleaños, decide celebrarlo a lo grande: una noche de locura amorosa con una joven virgen. Para ello, recurre a Rosa Cabarcas (Geraldine Chaplin), una anciana meretriz, que le proporciona a Delgadina (Paola Medina), una joven prostituta que logrará que el anciano experimente un sentimiento nuevo: el amor.

El realizador danés Henning Carlsen (“A Happy Divorce”, “Hunger”, “Souvenirs from Sweden”, “We Are All Demons”) fracasa estrepitosamente en esta adaptación fílmica de la novela homónima de Gabriel García Márquez, una obra menor del Premio Nobel, publicada en 2004. Lo peor son las interpretaciones, acartonadas y sin vida —salvo la de Ángela Molina—, en parte por culpa del guion del propio Carlsen y del francés Jean-Claude Carrière —colaborador de Luis Buñuel en filmes como “El discreto encanto de la burguesía” o “Ese oscuro objeto del deseo”—, muy espeso en su mezcla de géneros, y pedante en sus reflexiones sobre la vejez y la memoria. La puesta en escena es más o menos correcta, pero dentro de un deprimente hiperrealismo, a menudo grosero, sobre todo en sus explícitas secuencias sexuales, burdamente disfrazadas con un halo poético. En este sentido, algunos han acusado a la película de fomentar la pederastia, pues carece de una clara perspectiva moral y se muestra demasiado complaciente con la enfermiza promiscuidad de su protagonista. J. J. M.



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