Todos los ojos están puestos desde hoy en Bruselas, donde se reúne con carácter de urgencia el Consejo Europeo para estudiar la crisis migratoria, tras el aldabonazo que ha supuesto el caso del barco “Aquarius”. La postura que va a defender España es la de ofrecer una respuesta común y solidaria al problema. Según Pedro Sánchez hay que trabajar en tres dimensiones. La ayuda al desarrollo de los países que generan las corrientes migratorias, el reforzamiento de la seguridad de las fronteras y la regulación de los movimientos de los migrantes en el interior de Europa. A estas ideas se añade otra que ha cobrado fuerza en los últimos días: la construcción de campos de acogida fuera de Europa, más concretamente en algunos países africanos que, de momento, no parecen muy receptivos.

En todo caso, habrá que encontrar soluciones de fondo que requerirán altura de miras, voluntad política y fuertes inversiones. Al drama de las personas que llegan a nuestro suelo se suma un verdadero desafío a la identidad y pervivencia del proyecto europeo. Desde hace años crece el escepticismo y el sálvese quien pueda, acentuado peligrosamente desde la avalancha provocada por la guerra de Siria. Europa tiene que avanzar en su proyecto unitario porque, de lo contrario, la alternativa es la ruptura y la vuelta de los populismos y nacionalismos que envenenaron nuestra historia no hace demasiado tiempo. Existen los recursos económicos y humanos para ello, pero es necesario volver a las raíces del proyecto fundacional europeo.