La respuesta de Israel a las protestas que se han producido en la frontera de la franja de Gaza ha sido desproporcionada y de todo punto injustificada. No hay motivo para provocar la muerte de 60 personas y centenares de heridos. Con esta represión Israel ha manchado el 70 aniversario de su fundación.

La reacción se ha producido después de que Hamas convocase un nuevo acto de protesta. Hamas no es, desde luego, un grupo pacífico. Pero el ejército de Israel no tenía frente a sí a soldados con una gran capacidad de combate, ni respondía a una amenaza que exigiera la matanza que ha provocado.

La protesta palestina se producía en el momento en que la Administración Trump abría la sede de su embajada en Jerusalén, un gesto a todas luces provocador, que no contribuye lo más mínimo a la paz en la región. El derecho internacional no reconoce a Israel el suelo sobre el que se levanta esa misión diplomática.

La política de Netanyahu desde hace años compromete el futuro de Israel y la paz en la zona. Su apoyo decidido a los colonos que se apropian de suelo palestino y humillan al pueblo árabe es el mejor modo de perpetuar el conflicto. Netanyahu es apoyado ahora por un Trump que, por razones internas, ha puesto en marcha en Oriente Próximo la política menos equilibra y más beligerante de los últimos tiempos.