El peso de la política autonómica y local, y el hecho de que el 26 de mayo vayamos a votar otra vez en menos de un mes, ha dejado en segundo plano la importancia de las elecciones europeas. Pero los comicios al Parlamento Europeo son, en esta ocasión, más decisivos que nunca. Según las encuestas es probable que el grupo de populistas y  nacionalistas se convierta en la tercera fuerza en la Cámara Europea. Si así fuera la construcción de Europa podría sufrir un importante retroceso.

Tras estas elecciones habrá que aprobar el presupuesto 2021-2027 que es determinante. Está pendiente finalizar la construcción política del euro, el posible desarrollo del ejército europeo y otras cuestiones que van a influir mucho en los ciudadanos de los países de la Unión. Todo esto en un contexto muy diferente al de las últimas elecciones, porque el vínculo atlántico se ha debilitado de forma considerable y la globalización ha hecho surgir nacionalismos en conflicto. Europa, que cada vez tiene menos peso  geoestratégico, necesita un nuevo impulso para no ser solo un club económico, para que su modo de ver la vida, el trabajo, la democracia, no se convierta en algo irrelevante. Un voto claramente europeísta es más necesario que nunca. Un voto que interprete las elecciones europeas simplemente como una ocasión para expresar malestar, o lo que es peor, que diera vuelo a las fuerzas soberanistas y disgregadoras auspiciadas por Salvini en Italia y por Le Pen en Francia nos dejaría más indefensos en el mundo.