A una semana de las elecciones

A una semana de las elecciones generales, y si exceptuamos las predicciones del CIS, que ha conseguido caer a cotas de desprestigio inimaginables, los últimos datos de encuestas publicados este domingo insisten en la alta probabilidad de que persista una situación compleja que pueda desembocar en un nuevo bloqueo político.

El PSOE ganaría las elecciones, aunque a día de hoy obtendría menos votos de los que actualmente tiene. Todos coinciden también en la importante subida que experimentarían el Partido Popular y Vox, en la caída de Podemos y en el desplome de Ciudadanos. Es cierto que, como suele decirse, la única encuesta válida es la de las urnas, pero la coincidencia general en los sondeos es muy significativa, como también lo es el nerviosismo del PSOE, entregado a la utilización de la demoscopia como arma electoral. De hecho, esta última semana han aparecido dos clásicos de las campañas socialistas, de los que se sirve a discreción cuando los vientos no parecen soplar a favor. Uno es el hecho de agitar el miedo a la derecha, o a "las derechas", como repite despectivamente Sánchez. Ha vuelto también el viejo fantasma del anticlericalismo, en este caso con promesa incluida de denunciar los acuerdos con la Santa Sede, que son plenamente constitucionales, a pesar de la cantinela recurrente que tenemos que soportar con frecuencia, especialmente cuando hay de por medio una campaña electoral. 

El PSOE sigue haciendo política ficción. Es lo que suele suceder cuando se trata de gobernar a base de ocurrencias e impulsos demoscópicos, en lugar de tener la altura de miras de afrontar los problemas reales que preocupan a los españoles.