Hasta hace pocas horas se ha reunido en Addis Abeba una cumbre de la Unión Africana dominada por la crisis de Libia y el terrorismo yihadista en las regiones del Sahel y Somalia. Se ha decidido organizar un foro de reconciliación en Libia al que serán invitados no solo los dos principales contendientes que han convertido el país en un caos, sino los jefes de todas las tribus, los seguidores que aún tiene el extinto dictador Muammar El Gaddafi y representantes de la sociedad civil. La pretensión de los líderes africanos es la de resolver en África y por los africanos este conflicto.

Otra inquietud es la creciente actividad terrorista de los islamistas radicales, que actúan en alianza con numerosas bandas de traficantes de todo tipo, especialmente en el Sahel. Los cinco países que comparten fronteras en esta extensa zona semidesértica se han concertado para luchar juntos contra esta plaga en la que está comprometida, con escasa eficacia, la comunidad internacional, especialmente Francia, la antigua potencia colonial. Pero ya se está preparando otra “cumbre” africana extraordinaria en Pretoria para afrontar solidariamente la amenaza yihadista. Lo que todavía no se ha logrado plantear es una lucha global contra el terrorismo con la participación activa de los países musulmanes que, salvo excepciones, no han sabido afrontar con eficacia al terrorismo yihadista, que ataca de raíz los fundamentos para la convivencia y la paz en cada vez más regiones.