La Real Academia ha remitido un informe al Gobierno en el que argumenta por qué nuestra Constitución del 78 es gramaticalmente impecable. Frente a los disparates ideológicos que tratan de manejar el lenguaje a su antojo con la disculpa del llamado lenguaje inclusivo y la cuestión de género, la Real Academia de la Lengua ha dado una lección de sentido común. La Carta Magna ha resistido el paso del tiempo, también en este ámbito, y la Academia tan solo ha detectado algunas pequeñas fisuras, de escasa relevancia.

La Academia insiste en que ella no crea el lenguaje sino que recoge y sistematiza el lenguaje de los hablantes y, en este sentido, el informe incluye también un estudio de la redacción de otras constituciones escritas en español, como las de Chile, México, Colombia y Venezuela. En todas ellas se emplea el masculino con un sentido inclusivo, menos en la venezolana, que tampoco en esto es un ejemplo a seguir, y que lleva los desdoblamientos de las personas hasta el extremo de sacrificar su legibilidad. De momento el Gobierno ha dado la callada por respuesta. Si la pretensión era utilizar a la RAE como aval de ciertos delirios ideológicos, la jugada le ha salido mal. Es lo que sucede cuando se mira la realidad con anteojeras y se activa la propaganda para tratar de vender que se va un paso por delante de la sociedad, mientras en realidad se está haciendo un espantoso ridículo.