Tiempo de búsqueda

Puede que cuando pase la pandemia hayamos aprendido a valorar más las pequeñas cosas de la vida

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Tiempo de búsqueda

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La vuelta de los niños a la calle, aunque sea limitada, ha supuesto para muchos un momento de felicidad y expansión después de la prolongada cuarentena. Resulta conmovedora esa sensación de libertad que ha supuesto la vuelta a una normalidad, aunque sea tan restrictiva, a la que hace apenas dos meses ni siquiera prestábamos la menor atención. Es tan solo un detalle sobre el valor real que tienen las pequeñas cosas en la vida y a las cuales no solíamos dar la menor importancia, cuando en verdad la tienen. Puede que cuando pase la pandemia hayamos aprendido a valorarlas más, sobre todo las que refieren a las relaciones sociales, desde el simple saludo al vecino al abrazo recuperado a los familiares abuelos y amigos.

El confinamiento ha permitido también que aflore la búsqueda religiosa con sus grandes preguntas, constitutivas de la experiencia humana. El Papa repite en estos días que la pandemia, además de hacernos más conscientes de nuestra fragilidad, es una oportunidad de conversión. La sociedad contemporánea se ha edificado a menudo sobre el presupuesto de que la fe debe quedar en los márgenes de la ciudad, pero ya hemos visto en el último siglo que el olvido y la marginación de Dios no hacen mejor la convivencia ni facilitan el verdadero progreso de la familia humana. Como recordó Benedicto XVI en el Colegio de Los Bernardinos de París, la búsqueda de Dios ha sido el gran motor de la cultura europea. Una búsqueda que se hace acuciante estos días, y en la que los cristianos podemos encontrarnos y reconocernos con hombres y mujeres de cualquier tradición.

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