En la Jornada Mundial de las Misiones celebrada este domingo, conocida popularmente como el día del DOMUND, el Papa Francisco nos ha invitado a salir al encuentro de todos, sin excluir a nadie, porque nadie está excluido del corazón de Dios. La Iglesia anuncia bien solo si vive así, abierta a todos, como discípula, dando testimonio, ofreciéndole al mundo el gran tesoro que custodia.
A veces pensamos que la misión consiste en una suerte de activismo, en hacer cuantas más cosas mejor. Pero como nos ha recordado el Papa, los misioneros son, por encima de todo, hombres y mujeres de oración.  La oración es la condición indispensable para la misión; una oración ferviente e incesante, que, aprovechando precisamente el Día del DOMUND, ha de hacernos caer en la cuenta, también a nosotros, de que tenemos que rezar por cuantos entregan su vida en los más diversos territorios de misión, a lo largo y ancho de todo el mundo. En este sentido, la misión no es algo ante lo que nos podamos situar como meros espectadores. El DOMUND nos interpela y nos coloca delante una ocasión propicia para que cada bautizado seamos conscientes de la necesidad de cooperar en ella por medio de un compromiso renovado.
Ése es el camino, el que apuesta por dar un nuevo impulso a la responsabilidad misionera de todos y cada uno de los miembros de la Iglesia y, por consiguiente, nos anima a superar la tentación de cualquier cierre autorreferencial y cualquier forma de pesimismo pastoral, para abrirnos a la alegre novedad del Evangelio.