Alberto Núñez Feijóo se ha mostrado ilusionado por lo sucedido en las elecciones municipales y autonómicas y ha hecho un llamamiento explícito a la movilización del centro-derecha y a aglutinar el voto en torno a la candidatura del Partido Popular.

Hace bien en no dar nada por hecho, porque no se puede pensar que los resultados del 28M vayan a repetirse automáticamente dentro de dos meses. Ese sin duda es uno de los objetivos de Pedro Sánchez, con la precipitada convocatoria de elecciones generales, en una huida hacia adelante que pretende limitar daños y sacar ventaja, como es natural. Para evitar ese riesgo, ha hecho bien Feijóo en lanzar hoy el primer órdago. Es un ejercicio de responsabilidad poner los votos del Partido Popular al servicio del constitucionalismo para evitar que Bildu gobierne allí donde tiene opciones reales de hacerlo. La pelota está en el tejado del PNV y del PSOE.

Puede que parte de la estrategia de Sánchez fuera la dilación de estos pactos o envolverlos dentro del nuevo escenario agitado, mientras sigue señalando sin pudor hacia una supuesta ilegitimidad de los pactos de lo que él llama las derechas. Eso ya no cuela para nadie. Sánchez se ve obligado a decidir qué hacer con oferta de Feijóo. Si la rechaza y estrecha la mano de Bildu, se habrá retratado de nuevo. Y si la ignora, en este nuevo contexto y con los antecedentes habidos, a los españoles no les quedaría ninguna duda de lo que significaría dar la callada por respuesta.