La imagen de hoy no es la de una excavadora. Ni siquiera es la de un Presidente del Gobierno que usa la propaganda institucional para legitimarse ante los españoles. La verdadera imagen de hoy debería ser la de las víctimas de ETA y sus familiares y la de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, que han hecho frente durante decenios al terrorismo de ETA, pagando un alto precio.

Las víctimas tienen derecho a escribir su memoria de los hechos, y los gobiernos, por su parte, tienen el deber de facilitarlo. Nadie niega el derecho a mostrar públicamente el mérito social y político de la derrota del terrorismo de ETA. Pero esa escenificación pierde toda virtualidad cuando desde el propio gobierno se saluda la llegada de Bildu a la dirección del Estado, por decirlo con palabras del vicepresidente Iglesias. Y cuando se buscan y alcanzan alianzas con los herederos de ETA, que no han mostrado arrepentimiento ni han pedido perdón por los crímenes de la banda.

Pedro Sánchez, como Presidente del Gobierno, es uno más en la historia de la democracia española. No es suya la victoria policial y judicial contra ETA, que es fruto del esfuerzo de toda la sociedad española. Por eso su obligación institucional era convocar a todos, compartir protagonismo y reconocer públicamente la contribución cívica de las víctimas y la aportación de los gobiernos de distinto color que se han sucedido. Esa es la foto que Sánchez debería haber promovido hoy.