En estos últimos días, Estados Unidos ha tomado la decisión de anular totalmente la ayuda que prestaba a la Agencia de la ONU para los Refugiados con destino a los palestinos, y retirar un fondo de 300 millones de dólares de ayuda a Pakistán. Si esta última hay que entenderla como un reproche a la escasa respuesta paquistaní en la lucha contra el terrorismo islamista, la que afecta a los refugiados palestinos puede tener una repercusión dramática sobre los futuros intentos de paz en el Cercano Oriente. En realidad, el paso dado por Trump es una lógica consecuencia de su pleno apoyo a la política de Netanyahu, que ya se manifestó con el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén el pasado año.

De momento, para paliar la retirada de la ayuda económica dispuesta por Trump, que equivalía a una tercera parte de los presupuestos de la Agencia para los Refugiados, corresponderá asumir los gastos a los diversos países europeos que lo financian, entre ellos España. En todo caso, la medida adoptada por Trump viene a confirmar la ausencia de Estados Unidos de todo proceso de paz, después de haber sido su impulsor y patrocinador durante décadas. Y aunque no haya cosechado grandes resultados, su activa presencia en los continuos conflictos en la región contribuyó, cuando menos, a mantener una cierta contención que ha impedido males mayores.