No nos pongamos de perfil

Anoche arrancó la cuarta campaña electoral en los últimos cuatro años ante la perplejidad de los ciudadanos por la incapacidad de los políticos de alcanzar pactos de gobierno. Una perplejidad que no debería traducirse en abstención. La gravedad de los retos a los que se enfrenta España demanda un ejercicio de responsabilidad en el voto, y también de seriedad y mirada de largo alcance de los partidos, llamados a ir más allá de tácticas e intereses particulares.

Tenemos planteados una serie de problemas que debe afrontar sin dilación un gobierno que goce de la necesaria estabilidad. El primero es el restablecimiento del orden constitucional y de la convivencia en Cataluña, que requerirá un gran consenso de los partidos constitucionalistas. La crisis económica que se avecina exige una previsión rigurosa con políticas económicas activas que preserven la cohesión social y activen el empleo. Para limitar el embate de la crisis es necesario evitar cualquier demagogia en el gasto, como nos viene advirtiendo Europa. La reforma de nuestro sistema de pensiones, antes de que sea tarde, demanda también un amplio acuerdo nacional.

Para fortalecer el tejido de nuestra convivencia es preciso sostener la libertad de educación de forma efectiva, así como una laicidad abierta frente a la tentación de expulsar a las comunidades religiosas del ámbito público. Necesitamos un discurso de concordia frente al sectarismo de cierta Memoria histórica y diseñar una verdadera política a favor de las familias. Son cuestiones decisivas que dependerán de nuestro voto el 10 de noviembre. Nadie debería ponerse de perfil.