Se han cumplido veintitrés años del viaje de Juan Pablo II a Cuba. Ese primer viaje de un Papa a la isla ha sido conmemorado con un manifiesto que con el título "He visto la aflicción de mi pueblo", ha sido respaldado por quinientas diez personalidades cubanas que se sitúan en la estela de José Martí, el Padre Félix Varela y Oswaldo Payá.

Piden para Cuba el reconocimiento de la diversidad de sus gentes, la salida del colapso socio-económico y político, la lucha contra la corrupción, la protección de la familia y el fin de un modelo educativo al servicio de la ideología comunista.

En Cuba no hay diálogo, sino represión. Las condiciones políticas no han cambiado, pero quizás sí esté cambiando algo en el seno de la sociedad. Los firmantes del manifiesto exponen que su compromiso sociopolítico nace de la Fe que profesan.

Son sus convicciones más profundas las que los llevan a proponer mejoras legales que permitan el ejercicio libre de la abogacía, el reconocimiento de la ciudadanía cubana a los que residen fuera del país, el inicio de un proceso de reconciliación nacional y, lo más difícil, la resistencia pacífica de los ciudadanos en el ejercicio de su libertad de conciencia.

El ejercicio de la libertad y la búsqueda de la verdad pueden revertir poco a poco las conductas políticas del pueblo cubano. Cubanos creyentes y no creyentes deben encontrarse en un proyecto político de reconciliación nacional basado en la unidad, ajeno a toda forma de violencia y abierto a un cambio en el que los proyectos particulares se integren en un proyecto común.