Un nuevo estudio publicado por la revista The Lancet confirma que España superará en 2040 a Japón como el país con mayor esperanza de vida. Se trata de un éxito que habla de la calidad de la sanidad, pero, sobre todo, de la fortaleza de la familia. Es una paradoja mediterránea, con el llamado despectivamente Estado del bienestar familiarista, caracterizado no por su apoyo a las familias, sino por desentenderse de los cuidados que necesitan especialmente niños y mayores, asumiendo que la familia, y en concreto la mujer, se hará cargo de todo. La generación que va llegando a la jubilación, la del Baby boom, fue criada sin ayudas, pese a toda la retórica del franquismo.

Han ido llegando después avances sociales, pero muy insuficientes para contrarrestar las incertidumbres laborales y económicas que han contribuido a un desplome de la natalidad. Llegamos así a una situación crítica en la que vuelve a demandarse un gran esfuerzo de cuidados a las familias, esta vez centrados en los mayores.

Pero con la enorme dificultad añadida de la falta de tiempo y recursos para proporcionar esos cuidados, y de que se necesitan con urgencia apoyos para solucionar los problemas de acceso al empleo y a la vivienda de los jóvenes. Frente al envejecimiento de la población, el enfoque del Pacto de Toledo acertó al dejar a un lado los partidismos para afrontar este reto demográfico, pero se quedó corto en una respuesta que debe ser integral. Verdaderamente familiarista, en definitiva. Por convicción o por necesidad, la realidad es que esa es la única y mejor alternativa