El acoso a la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la Universidad Complutense, puede explicarse desde distintos ángulos, pero las reacciones desde el PSOE se enmarcan en la áspera campaña electoral ya comenzada. Sólo así se explica que varios ministros del Gobierno hayan mostrado su satisfacción con el escrache en el interior y a las puertas de la Facultad de Ciencias de la Información, a la que Ayuso acudió a recibir el simbólico galardón de alumna ilustre.

No extraña, a estas alturas, que la extrema izquierda dispense eso que denominan “jarabe democrático” a cualquier político o intelectual que discrepe de sus dogmas, pero resulta insólito que desde el gobierno se jalee a los antisistema, que nadie haya mostrado su solidaridad con Ayuso ante una violencia verbal y física indefendible en cualquier sociedad democrática.

Es verdad que a la presidenta de la Comunidad de Madrid no parece preocuparle demasiado la escalada de actos hostiles contra su persona. Ayer mismo decía en la Universidad que lo que más sentía de esta algarada estudiantil era tristeza, al ver hasta dónde ha llegado la degradación en un ámbito de libertad y debate como debe ser la universidad. En todo caso sí es muy preocupante que ninguna voz relevante del PSOE haya condenado un acto que atenta contra las bases de una convivencia en paz y libertad.