El Papa Francisco se ha mostrado este domingo muy preocupado por la situación de crisis que atraviesa El Líbano. No es la primera vez que el Papa se manifiesta en este sentido. Ahora, ha anunciado, además, que el próximo 1 de julio reunirá en El Vaticano a los principales líderes cristianos del país para tratar a fondo la situación y para rezar juntos por el don de la paz y de la estabilidad en ese querido país de Oriente Próximo.

El Líbano es uno de esos enclaves decisivos en el tablero internacional al que, desgraciadamente, no se le presta siempre toda la atención que merece. La crisis allí parece ser permanente y, desde hace años, se mantiene en el alambre. En muchos aspectos, y aunque tiene todas las características para poder ser el país más próspero de Oriente Medio, se ha convertido en un estado fallido, con crisis políticas, económicas y sociales crónicas, a las que tiene que hacer frente mientras recibe millones de refugiados, que suponen ya más del 20% de la población.

Desde el primer Vía Crucis que celebró como Papa, pocos días después de su elección, Francisco ha tenido en el corazón a El Líbano, de una manera preferente. Entonces fueron jóvenes libaneses los que escribieron las meditaciones. Aquellos gritos de dolor siguen clamando hoy. Ojalá que la nueva iniciativa del Papa dé mucho fruto y que la mejora de la situación en El Líbano pueda ir siendo, poco a poco, faro para que Oriente recupere el esplendor de su vocación de cuna de la civilización y de los grandes valores espirituales y humanos.