La V República francesa funciona como un sistema presidencialista... hasta que el presidente pierde la mayoría en la Asamblea Nacional, y el sistema se convierte en parlamentario. Esta es la situación hoy. Macron no tendrá que cohabitar con una mayoría alternativa, a diferencia de lo que le sucedió a Jaques Chirac hace 25 años, pero ha perdido la mayoría absoluta en una cámara fuertemente polarizada.

Esa es la verdadera novedad en Francia, no tanto los encajes de bolillo que tendrá que hacer Macron para sacar adelante sus reformas. Para subir la edad de jubilación a los 64 o 65 años, el presidente buscará el apoyo de la derecha moderada. Y lo mismo podría intentar con la izquierda para la transición energética. El problema es más de fondo. Por la vía de captar a votantes moderados a ambos lados del espectro, el macronismo ha estrechado el centro y fortalecido los extremos.

Preocupante es en particular el protagonismo de la izquierda populista, no tanto por méritos propios, como por la incapacidad de los socialistas de articular una alternativa propia. Esta es la verdadera amenaza. Diseñada para favorecer la gobernabilidad y prevenir los extremismos, la V República está asediada hoy por los radicalismos, con Le Pen más fuerte que nunca y Mélenchon anunciando una confrontación sin matices ni cuartel. Si esas dos se consolidan como las únicas mayorías alternativas, el futuro de Francia pintará sombrío.