Más allá del reparto de sillones y de las inquietantes medidas económicas y sociales que propone aplicar Unidas Podemos, España puede cargar con el pesado fardo de una imagen exterior marcada por las alianzas bolivarianas de este partido. Es posible que el peaje del Gobierno Frankenstein haya empezado a cobrarse incluso antes de formarse.

En el trasfondo de la crisis diplomática entre España y Bolivia, provocada por el incidente del pasado viernes en la embajada de México en La Paz, no ha tardado en aparecer el nombre de Unidas Podemos. El Ejecutivo de transición de Bolivia acusa directamente al Gobierno español de maniobrar para que los GEOS rescataran a alguno de los diez altos cargos del gobierno de Evo Morales refugiados en dicha embajada. Las simpatías de Podemos por los gobiernos bolivarianos son manifiestas.

De momento el gobierno interino boliviano ha pedido la expulsión inmediata de la actual representación diplomática española en el país por entender que han violado su soberanía. Son acusaciones demasiado graves, y hay demasiados interrogantes en el aire que requieren una respuesta rápida. A la espera de las explicaciones que el gobierno español ofrezca, parece claro que las querencias internacionales de Podemos van a suponer un lastre importante para la política internacional del futuro ejecutivo de Sánchez.