En su visita pastoral a Eslovaquia, además de advertir de la serpiente del antisemitismo que vuelve a sacar su cabeza, el Papa ha desvelado la existencia de una lacra de miseria y discriminación que aún subsiste en el corazón de Europa: la que afecta a la población gitana que, desde hace décadas, sobrevive recluida en barrios convertidos en auténticos guetos amurallados, como el que ayer visitó Francisco en Kosice. "Vuestra casa es la Iglesia y nadie en la Iglesia debe sentirse fuera del lugar o dejado de lado", les dijo el Papa en un emocionado mensaje. En el fondo del discurso latía también una abierta crítica a quienes pretenden encasillar a las personas según modelos prefabricados para luego discriminarlas.

A lo largo de este viaje el Papa ha desplegado una amplia catequesis sobre el verdadero significado de la cruz frente a cualquier instrumentalización; sobre la libertad, la creatividad y el diálogo en esta época que exige un nuevo lenguaje evangelizador. En este viaje Francisco ha rendido homenaje al testimonio de millones de católicos en la Europa centro-oriental bajo el comunismo, y ha pedido a sus hijos y nietos una fe viva que se encarne en el presente. Aquella misma fe que fue un factor decisivo en la lucha por la libertad bajo el comunismo, tiene que ser hoy reconocida de nuevo como fuente de libertad, de curación y de construcción, en una sociedad que, en gran medida, se ha apartado de sus raíces cristianas.