Bajo el lema “Iglesia por el trabajo decente”, diversas asociaciones eclesiales han hecho público un manifiesto con ocasión de la cercana festividad del 1 de Mayo, en el que abogan por un pacto de Estado que haga realidad la centralidad de la persona y del trabajo. El manifiesto reafirma que el trabajo es para la vida y que, por lo tanto, deben garantizarse unas condiciones laborales que protejan la dignidad de la persona. Las entidades promotoras de este documento, entre las que figura Caritas, denuncian el “virus” de la precariedad laboral y piden el justo reconocimiento social de los empleos más inseguros. Destacan entre ellos a las trabajadoras del hogar y de cuidados, los empleados de los comercios de alimentos, los repartidores y otros sectores laborales que se han descubierto como esenciales para sostener la vida común.

El documento, sustentado en la Doctrina Social de la Iglesia, subraya que del trabajo humano dependen el bienestar social y el propio devenir histórico. La política debe acoger este aldabonazo y superar estériles prejuicios ideológicos para lograr el gran pacto invocado por este documento, de manera que nuestra sociedad genere más y mejor empleo, con especial atención a los jóvenes y con visión de futuro para afrontar los profundos cambios que se avecinan poniendo el bien de la persona en el centro.