“Cataluña carece de solución, pero tiene recorrido”. La máxima cobra renovados bríos en la sala de máquinas de La Moncloa cuando los intereses generales han decaído ante la razón de partido con Salvador Illa como candidato del PSC en las próximas elecciones en Cataluña. La apuesta personal de Pedro Sánchez por el todavía titular de Sanidad ha removido el tablero con su presumible capacidad por recuperar votantes de CS. Sin embargo, parece representar una amenaza mayor para Pablo Iglesias en un territorio con fuerte componente identitario y nacionalista. Tal extremo quedó al menos refrendado en el último y barómetro del CIS cuya letra pequeña fue escrutada con voracidad en despachos aledaños a los del jefe del Ejecutivo.

Si el objetivo de situar a Salvador Illa en lugar de Miquel Iceta como cartel no fuese otro que recuperar parte del sufragio que Inés Arrimadas capitalizó en las urnas del 21 de diciembre de 2017, el cambio se antoja carente de efectos contantes y sonantes. Tanto Illa como Icetarecibían en el muestreo idéntica valoración entre votantes naranjas. Esto es, una nota de 3,5. El ministro, en cambio, apareció mejor considerado entre electores independentistas y particularmente los de En Comú. Así, despuntó sobre el primer secretario del PSC ante los electores de ERC con una nota media de 5 frente a 3,9; de igual manera ante los de JxCAT con 4,5 frente a 3,3 y, ojo, los morados con un 5,2 de Illa frente al 4,6 para Iceta.

La condición de Podemos como fuerza en descomposición ya resultó testada desde el Gobierno en Galicia, donde desapareció, y en el País Vasco con la pérdida de casi la mitad de sus escaños. Aún cuando en Cataluña, En Comú, la personalista marca de Ada Colau, ofrece muestras de resistencia, la mera percepción de Illa como caballo ganador puede poner en jaque el proyecto al que está suscrito Iglesias. Un escenario que el ala socialista del Gobierno en ningún caso contempla como un riesgo para el futuro de la coalición. Al fin y al cabo, inciden, seguirán siendo 120 y 35 diputados, respectivamente, en la Carrera de San Jerónimo. Cosa distinta es que pueda servir, según apuntan abiertamente, para frenar las provocaciones de Unidas Podemos.

Sea como fuere, y a pesar de los mensajes de reconciliación y de reencuentro como ejes de la campaña socialista, el entorno de Pedro Sánchez lee las encuestas como una oportunidad de afianzar el entendimiento con el independentismo y sostiene que Salvador Illa, a diferencia de Miquel Iceta, irrumpe sin la atadura de haber apoyado el despliegue del artículo 155 en Cataluña. En esa línea, las apelaciones desde el Gobierno a una futura concesión de los indultos a los líderes del 1-O representan un arma de seducción añadida a los secesionistas. Porque el terreno de juego el día después de las urnas pasa por la interlocución con ERC, aliado de Pedro Sánchez en Madrid, y como apuntan desde La Moncloa: “Será su turno de ligarnos. Illa ejercerá de novia en la boda”. El desenlace, evidentemente, será clave para el mismo presidente del Gobierno.

Con Cataluña en el centro del escenario, Sánchez se implicará de lleno en la campaña. Antes, baraja celebrar este próximo 16 de enero el Comité Federal del PSOE, máximo órgano entre congresos, el primero en casi un año. A todas luces supondrá su pistoletazo de salida a las urnas. El jefe del Ejecutivo deja así claro lo mucho que se juega en este envite.