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Cómo actuar si mi hijo/a sufre bullying

Mal humor, aislamiento social o rechazo a todo lo que tiene que ver con el colegio son algunos de los síntomas

Cómo actuar si mi hijo/a sufre bullying

 

José Melero Campos
@ImparablesCopeRedactor de COPE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 21 abr 2019

El bullying ha pasado a convertirse en los últimos años en un problema social que padecen numerosos alumnos de Educación Primaria y Secundaria. Generalmente, se da en la etapa adolescente, tal y como afirma la coach experta en inteligencia emocional, María del Mar Bermejo: “Es un periodo en el que cambia la perspectiva de los jóvenes, empiezan a cambiar su manera de comunicar con las familias, piensan que son lo suficientemente independientes como para enfrentarse a los retos que les presenta la vida. Eso hace que se encierren más, de manera que cuando los padres pretenden intervenir, es más difícil.”

No obstante, la raíz del problema suele llegar antes. Fue el caso de Adrián, que confiesa que no tuvo su primer amigo hasta los quince años. Antes, su vida era un infierno, marcada por el acoso por parte de sus compañeros: “yo era un chico introvertido, tenía muchas dificultades para comunicarme con los demás, sacaba buenas notas... Quizá por eso iban a por mí, porque era el rarito, el chico diferente.”

Situación que se fue agravando con el paso de los años, ya en su etapa de Secundaria: “En el colegio me insultaban, pero ya en el instituto la cosa fue a más, con más insultos, abusos, iban en grupos... A veces aprovechaban que el profesor se marchaba para encerrarme en el aula, y se quedaban dos o tres conmigo para abusar de mí, en ocasiones me colocaban carteles para que me dieran patadas...”

Y es que, tal y como refleja la coach Bermejo, perfiles como el de Adrián son carne de bullying, pese a que no esté totalmente definido: “sí que es cierto que se dan pautas comunes, como la autoestima baja, niños con miedo a la violencia, lo que hace que no se revelen, suelen tener deficiencias comunicativas...”

Perfil que también experimenta el hijo de Isabel. A los doce años, comenzó un calvario para él: el acoso de sus compañeros: “Los primeros síntomas no lo tuvimos en cuenta, porque a estas edades es muy frecuente los encontronazos entre compañeros. Pero conforme pasaba el tiempo, veía que se lo llevaba todo al terreno de lo personal. Empezó a perder mucho peso, hasta el punto de llegar a la obsesión. Ahí comencé a alarmarme. Temía que mi hijo cayera en la bulimia o en la anorexia.”

El caso del hijo de Isabel es poco frecuente, ya que desde el primer momento contó a la familia lo que le estaba ocurriendo en el colegio. Adrián, por contra, optó por el silencio durante una década, tiempo en el que se recluía en su casa, con los videojuegos. A los quince años, decidió coger el toro por los cuernos: “Ya no aguantaba más. Estuve a punto de quitarme la vida. Fue en ese momento cuando decidí contarlo a mi familia. A partir de ahí hablaron con el centro y empezaron a buscar ayuda por Internet.

Fue entonces cuando empezó a llevar una vida social sana, pero los problemas de autoestima seguían presentes. Tanto es así que a los 17 años, Adrián volvió a tratar de suicidarse. Su padre lo evitó: “Ya no sufría bullying, tenía amigos, pero hubo un momento en el que la presión que tenía encima me hacía pensar que aquello podría volver a ocurrir. Mi autoestima estaba muy baja, sentía que no valía para nada y el fracaso era mi destino.”

En España, apunta la psicóloga experta en inteligencia emocional, queda mucho camino por recorrer en la materia, especialmente en concienciación social: “Es cierto que la implicación en las administraciones es cada vez mayor. Pero no solo es conciencia social, sino personal. Es necesario trabajar en casa la educación de los hijos, educar en valores, respeto, tolerancia, e incidir también en la forma en la que interaccionas con el mundo. De hecho esto último debería ser una asignatura más en los colegios, saber comunicarse con los demás.”

Las secuelas además, apunta María del Mar Bermejo, pueden perdurar toda la vida: “Estos traumas dejan huella al ser impactos emocionales muy fuertes. Por ello, es importante acudir a un profesional para tratarlo. No es conveniente que sea el afectado o la afectada quien salga solo adelante, ya que no dispone de las herramientas necesarias para superarlo. Que haya secuelas en un futuro dependerá en buena medida en la manera de tratarlo y cómo interpretas lo que te ha ocurrido.”

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