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El análisis de Pérez-Reverte sobre el separatismo que deja en mal lugar a todos los presidentes del Gobierno

El escritor español es uno de los personajes más activos en las redes sociales contra el independentismo 

El análisis de Pérez-Reverte sobre el separatismo que deja en mal lugar a todos los presidentes del Gobierno

 

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 21:04

El escritor español, Arturo Pérez-Reverte ha desempolvado uno de sus artículos en la revista XL Semanal, de la que el autor de ‘Sidi’ o 'Las aventuras del capitán Alatriste',  es colaborador habitual. En el nombre de aquel artículo de opinión, ‘España es culpable’ escrito el 11 de septiembre de 2017, hacía alusión a la crisis que vivía Cataluña, cuando apenas tres semanas después celebraría el referéndum ilegal del uno de octubre.


Para el escritor, el contexto que rodeó aquel artículo sigue vigente, tal y como ha reflejado en su cuenta oficial de Twitter. Reverte comentaba hace algo más de dos años que sentir vergüenza por lo que estaba ocurriendo en Cataluña, y que a su juicio se debía a tres grupos: los oportunistas, cobardes y sinvergüenzas.

“No sé qué ocurrirá en Cataluña en octubre. Estaré de viaje, con la dosis de vergüenza añadida de quien está en el extranjero y comprueba que lo miran a uno con lástima, como súbdito de un país de fantoches, surrealista hasta el disparate. Por eso, el mal rato que ese día voy a pasar quiero agradecérselo a tres grupos de compatriotas, catalanes y no catalanes: los oportunistas, los cobardes y los sinvergüenzas. Hay un cuarto grupo que incluye desde ingenuos manipulables a analfabetos de buena voluntad, pero voy a dejarlos fuera porque esta página tiene capacidad de aforo limitada”.

Reverte continuaba atizando a la clase política por su capacidad de demoler el sistema, y lamenta que las nuevas formaciones políticas lejos de aportar soluciones, alientan estos comportamientos.

“Me llevan los diablos la podredumbre moral de una clase política capaz de prevaricar de todo, de demolerlo todo con tal de mantenerse en el poder aunque sea con respiración asistida. De esa panda de charlatanes, fanáticos, catetos y a veces ladrones –con corbata o sin ella–, dueña de una España estupefacta, clientelar o cómplice. De una feria de pícaros y cortabolsas que las nuevas formaciones políticas no regeneran, sino alientan”.

A continuación, arremetió contra los dirigentes catalanes en las últimas décadas;

"El disparate catalán tiene como autor principal a esa clase dirigente catalana de toda la vida, alta burguesía cuya arrogante ansia de lucro e impunidad abrieron, de tanto forzarla, la caja de los truenos. Pero no están solos. Por la tapa se coló el interés de los empresarios calladitos y cómplices, así como esa demagogia estólida, facilona, oportunista, encarnada por los Rufiancitos de turno, aliada para la ocasión con el fanatismo más analfabeto, intransigente, agresivo e incontrolable. Y en esa pinza siniestra, en ese ambiente de chantaje social facilitado por la dejación que el Estado español ha hecho de sus obligaciones –cualquier acto de legítima autoridad democrática se considera ya un acto fascista–, crece y se educa desde hace años la sociedad joven de Cataluña, con efectos dramáticos en la actualidad y devastadores, irreversibles, a corto y medio plazo. En esa fábrica de desprecio, cuando no de odio visceral, a todo cuanto se relaciona con la palabra España”.

Pero Rufián no solo se ha mostrado duro con los dirigentes y el entorno catalán, sino también recordó la cuota de responsabilidad que corresponde a España y a los sucesivos inquilinos de La Moncloa.

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“Lo fueron quienes, aun conscientes de dónde estaban los más peligrosos cánceres históricos españoles, trocearon en diecisiete porciones competencias fundamentales como educación y fuerzas de seguridad. Lo es esa izquierda que permitió que la bandera y la palabra España pareciesen propiedad exclusiva de la derecha, y lo es la derecha que no vaciló en arropar con tales símbolos sus turbios negocios. Lo son los presidentes desde González a Rajoy, sin excepción, que durante tres décadas permitieron que el nacionalismo despreciara, primero, e insultara, luego, los símbolos del Estado, convirtiendo en apestados a quienes con toda legitimidad los defendían por creer en ellos. Son culpables los ministros de Educación y los políticos que permitieron la contumaz falsedad en los libros de texto que forman generaciones para el futuro”.

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