Esther: "Vivo en una casa prefabricada, me costó unos 25.000 euros, me ha dado la oportunidad de poder ahorrar para comprarme el piso que estoy reformando"

La usuaria de TikTok @esther.reeds, llamada Esther, ha compartido en un vídeo que se ha hecho viral su experiencia tras vivir durante los últimos cuatro años en una casa prefabricada. En su publicación, explica los motivos que la llevaron a esta elección, el coste total y si, con el paso del tiempo, se arrepiente de su decisión. Su principal objetivo era claro: la vivienda se convirtió en una herramienta que "me ha dado la oportunidad de poder ahorrar para comprarme la casa que estoy reformando ahora".

Esther detalla el desembolso económico que supuso la adquisición de su pequeño hogar. "La casita me costó 19.000 €", comienza explicando. A este importe inicial hubo que sumar otros gastos para hacerla habitable: "Luego pusimos el tejado y obviamente la estructura de abajo, que eso fueron como 5.000 € más". El coste total, por lo tanto, ascendió a "más o menos unos 25.000 €".

Una oportunidad para ahorrar, pero una experiencia dura

El principal beneficio de esta elección ha sido, sin duda, el económico. Esther lo resume de forma contundente: "Lo mejor de vivir en esta casa, obviamente ha sido el poder ahorrar y no gastarnos mucho dinero en alquileres y con ese dinero poder ahorrar para la siguiente casa". Sin embargo, la vida en un espacio tan reducido también ha presentado grandes desafíos.

Con solo 28 metros cuadrados para dos personas y dos gatos, la falta de espacio se convirtió en el mayor inconveniente. "Se nos ha hecho muy chica", admite la joven, describiendo una sensación constante de desorden. "Es muy difícil vivir aquí y tenerla libre, limpia, porque es que es un espacio muy pequeño", añade. Esta situación también ha afectado a la convivencia, lamentando "la falta de intimidad, de no tener como un espacio personal" con su pareja.

Ha sido duro, no lo voy a romantizar"

Esther

Vive en una casa prefabricada

Los inconvenientes del modelo más barato

La joven es consciente de que muchos de los problemas derivan de haber optado por el modelo más económico. "Es verdad que hay que decir que nosotros compramos la caseta más barata que había en el mercado. La que tiene menos aislante, la que tenía menos todo", confiesa. Con el tiempo, esta decisión se ha traducido en un deterioro visible de los materiales y en la aparición de marcas y desperfectos. El mercado actual, sin embargo, ofrece opciones muy superiores, como las viviendas modulares que se están popularizando en diferentes zonas.

El deficiente aislamiento también provoca problemas de temperatura y ruido. "Aquí se siente muchísimo el frío y muchísimo el calor", afirma Esther, señalando que "sin el aire acondicionado no se podría vivir ni en verano ni en invierno". A nivel acústico, la privacidad es casi nula: "Se escucha absolutamente todo". A la hora de plantearse una vivienda, sopesar los pros y contras de cada opción es fundamental.

La estructura de la casa es otro punto débil. Al estar elevada sobre una estructura, la sensación es de fragilidad. "Es todo tan de juguete que cuando saltas retumba toda la casa", explica. Este hecho le ha impedido realizar actividades tan cotidianas como seguir una clase de entrenamiento online que implicara saltos.

Para más de 3 años a mí me parece bastante agobiante y que te satura mucho la mente"

Esther

Vive en una casa prefabricada

Recomendaciones para futuros compradores

Basada en su experiencia, Esther ofrece un consejo claro a quienes estén considerando una opción similar pero dispongan de más presupuesto: "Invierte en buenos materiales, en buenos aislantes". Reconoce que el sector ha evolucionado mucho y que actualmente "en el mundo de las casas prefabricadas ahora hay unas maravillas".

Su recomendación final se centra en el tamaño. "Intenta que la casa sea lo más grande posible porque es verdad que con el paso de los años se te va quedando pequeña", concluye. Considera que este tipo de viviendas son una "gran oportunidad" para una temporada corta, pero que para estancias superiores a tres años puede resultar una experiencia mentalmente agotadora.