LITERATURA NOVEDADES

Elvira Navarro regresa con una novela sobre el duelo y la memoria familiar

Laura de Grado

Agencia EFE

Publicado el - Actualizado

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Laura de Grado

El aprendizaje sobre la muerte y el duelo es el núcleo en torno al que la escritora Elvira Navarro (Huelva, 1978) ha construido su esperada novela "Las voces de Adriana" en la que pone de relieve "el carácter ficcional de las memorias familiares", con sus silencios y traumas, a través de un coro de mujeres "que van rememorando lo que han sido sus vidas".

Tras el éxito de "La isla de los conejos", nominado al National Book Award de literatura extranjera en 2021, y de "La trabajadora", Navarro regresa con una obra llena de elementos autobiográficos que nace de sus propios "duelos por familiares cercanos", ha contado a EFE con motivo de su publicación este jueves 12 de enero.

"El único aprendizaje que tenemos de la muerte es a través de los demás, la experiencia de la muerte en realidad es inefable", explica la autora sobre el eje temático de su obra, y añade que "no hay experiencia de la muerte, pero si hay experiencia de la desafección de los seres queridos".

En este proceso es en el que está inmersa la protagonista de la novela, Adriana, una joven "totalmente paralizada" y estancada, en medio de "un proceso de duelo interno" que la empuja a recrear la memoria de su familia.

La protagonista comienza relatando la relación actual con su padre en la primera sección de la novela, titulada "El padre", que la autora describe como "la parte más ligera y divertida" del relato, llena de alusiones a las redes sociales y cómo las aplicaciones de citas median y crean nuevas formas de relacionarse.

Es ahí cuando Adriana comienza a considerar su herencia materna, donde "hay una memoria más viva de los acontecimientos trágicos, con muchos más silencios y más zonas oscuras", puntualiza Navarro.

Estas voces son las de su madre, su abuela y la suya propia, un coro de mujeres que "van rememorando lo que han sido sus vidas" desde el punto de vista de Adriana, que es quien las da voz y quien, en definitiva, recrea sus memorias.

"Con esto quería poner de relieve el carácter ficcional de toda memoria y al mismo tiempo cómo la memoria de nuestros antepasados ya solo está en nosotros", explica.

Para la escritora, cuya obra ha sido traducida al inglés, francés, sueco, italiano, japonés, serbio, coreano y turco, "cuando alguien muere solo queda su memoria" y a partir de ahí son todo recreaciones e "historias de ficción" que van pasando de generación en generación.

En la historia también tiene mucho peso la casa de la abuela, el espacio de la infancia y el primer conocimiento de Adriana sobre el mundo, una casa de pueblo "llena de habitaciones, que nunca se abrían porque ya no las habitaba nadie y que guardaban secretos".

La casa, en la que tiene mucho peso el pasado, es como una suerte de metáfora estructural porque el propio libro marca un recorrido "desde el exterior hacia el interior" y "desde el mundo hacia la interioridad". , como una casa que va "hacia las habitaciones oscuras".

Esas habitaciones cerradas representan para Elvira Navarro los traumas y los silencios que se despliegan en el libro, situaciones, señala, que en muchas familias "no se han querido decir para poner a salvo a los hijos" o "no se han podido decir porque no se podía decir", pero cuyo dolor, sin embargo, se transmite.

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