El domingo se abren de nuevo las urnas para los ciudadanos de Cataluña. El adelanto electoral decidido por Aragonés ante la imposible aprobación de los presupuestos de su Gobierno ha removido la vida política de Pedro Sánchez. Por eso, entre otras cosas, dijo el presidente que necesitaba cinco días para pensar. Y, después, apareció en campaña. La apuesta de Sánchez por Illa es la esperada, pero habrá que ver qué dicen las urnas. Todo está por decidir y a estas horas la incertidumbre es plena. Si gana Illa y le sigue Puigdemont, ¿habrá acuerdo? Si es ERC el partido que sume con Illa, ¿firmarán un pacto? ¿Sería posible un pacto Junts-ERC? ¿Y qué harán Illa y el PP si este partido tuviera una llave?

Hay quien dice que ni siquiera con un Gobierno ERC-JUNTS las reivindicaciones independentistas van a volver a ser lo que fueron, pero está claro que un gobierno de esta naturaleza elevaría, más si cabe, la presión sobre Pedro Sánchez. El independentismo se ha convertido, de un modo u otro, en el condicionante de la vida política española. Y Pedro Sánchez se ha erigido en su principal valedor. Illa quizás tenga en sus manos la posibilidad real de incluir moderación en la política catalana. De su capacidad de diálogo e inclusión dependerá que, de una vez por todas, los ciudadanos no independentistas puedan hacerse presentes en la política catalana.