Termina una campaña electoral en Cataluña en la que, evidentemente todo ha estado marcado por la pandemia. Va a ser realmente y lo contaremos desde allí, cómo las personas que están confinadas, que deben guardar cuarentena por ser contacto estrecho o por estar contagiados de coronavirus van a votar. Estoy convencido de que había otras maneras de poder hacerlo, es decir, de poder compaginar el derecho de esas personas a votar con el no poner en riesgo a los miembros de las mesas electorales y a los que puedan compartir transporte público, por ejemplo, con las personas contagiadas que vayan a cumplir con ese derecho a poder votar.

Eso correspondía a una Generalitat, a un gobierno autonómico que ya deja sus funciones y que no se ha caracterizado precisamente por una eficacia en la gestión. Más bien podríamos decir que apenas ha habido gestión porque su única obsesión ha sido todavía hablar de ese proceso de independencia.

A partir del lunes quizá haya otro escenario pero solo quizá también es llamativo que el candidato de los socialistas, el exministro Salvador Illa, se arrepienta de aquel 'pacto de Tinell', aquel cordón sanitario que entonces todos hicieron al Partido Popular. Ahora se arrepiente porque es él quien sufre algo parecido por parte de esa firma de los independentistas en la que se comprometen a no pactar con el Partido Socialista de Cataluña. Ahora bien, todos los candidatos, prácticamente todos los que se presentan a esas elecciones, deberían reflexionar sobre por qué casi nadie les cree cuando prometen cosas como esas.