Los partidos políticos son un instrumento, una herramienta de poder para, una vez alcanzado el poder, desarrollar un programa de Gobierno. Lo lógico es que escojan a la persona más cualificada o con más probabilidades de éxito para alcanzar ese Gobierno.

Desde ese punto de vista, desde esa óptica, es lógico que el Partido Socialista de Cataluña escoja al señor Salvador Illa, puesto que es el favorito en las encuestas para ocupar el poder. Otra cosa es que sea ético, que no lo parece, que el ministro de Sanidad, es decir, el que tiene una visibilidad pública como representante del Gobierno de España, utiliza esa poltrona para tener una visibilidad de cara a sus futuros potenciales electores.

Después hay una segunda derivada: Illa es favorito en las encuestas. En una situación como la que vivimos, con la peor pandemia en un siglo, en el que en el mejor de los casos han muerto 50.000 personas. En el peor va a 80.000 y subiendo el exceso de mortalidad según el Instituto Nacional de Estadística. El que pone la cara a esa gestión, aunque las decisiones se tomen en Moncloa, aunque él ejerza simplemente de portavoz o comentarista de esas decisiones. Que el que ponga la cara a esa gestión sea el favorito en las encuestas es para hacérselo mirar. A lo mejor es que tenemos los representantes que nos merecemos, porque son los que nos gustan.