España, por lógica, tiene que tener una tasa de paro un poquito más altas que los países de nuestro entorno y un nivel de temporalidad un poquito más elevado. Por lógica, por el fuerte peso que tiene el turismo o la hostelería en nuestro tejido productivo. Solo el turismo era el doce por ciento del Producto Interior Bruto antes de que llegara el covid.

Depende mucho de la estacionalidad, de los meses de verano que es cuando llegan más visitantes y hay personas que en verano o en Semana Santa trabajan y durante el invierno estudian. Eso explicaría un porcentaje un poco más elevado de temporalidad, un porcentaje un poco más elevado de paro en los meses de invierno pero no la gran distancia que nos separa de otros países. Somos campeones en paro juvenil: el 40 por ciento de los jóvenes españoles están en paro. Ganamos a Grecia y a otros países del sur con un alto peso del turismo también en su economía.

Parece que el Gobierno lo fía todo a la llegada de los fondos europeos, tanto como los 11.000 millones que anunció hace una semana el presidente del Gobierno para apoyar a la hostelería y que todavía no ha llegado. Fiarlo todo a los fondos que vengan de Bruselas es como la película de 'Bienvenido, Mister Marsall'. Llegarán pero hay que articular proyectos y hay que buscar soluciones para que esos fondos lleguen a apoyar a una parte de la economía que está muy poco desarrollada en nuestro país: la industria, que tenía que tener un peso de al menos un veinte por ciento de la economía productiva, que no llega, y según los empresarios tenía que llegar a un 25 por ciento o al 30.

Es un empleo mucho más estable que no depende nada de la estacionalidad, de la época del año y porque los salarios son más altos. Para eso hay que favorecer la formación profesional y la formación técnica para incorporar a nuestros jóvenes al mercado laboral lo antes posible.