Estamos bajo estado de alarma. En teoría no puede haber concentraciones pero este pasado domingo, en las principales ciudades de España, y algunas no estaban desautorizadas, se celebraron manifestaciones en apoyo de Pablo Hasel.

Pablo Hasel es un rapero afín a Podemos que había publicado hasta 64 tuits con ofensas graves contra las víctimas del terrorismo, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado e injurias a la Corona reiterados. Con llamamientos a la violencia y la Audiencia Nacional le ordena entrar en prisión. Después de esas manifestaciones, apenas 48 horas después, el ministro de Justicia anuncia que va a despenalizar las injurias al a Corona. Que habrá multas disuasorias pero lo de penas de cárcel es una forma de coartar la libertad de expresión. Está bien que se inicie un debate sobre este asunto. Las democracias deben ser generosas, incluso con aquellos que las insultan.

¿Hasta dónde llega la libertad de expresión, la libertad de creación? ¿Cuál es el límite? ¿Dónde está la línea roja que debe fijar el respeto a los demás y sobre todo a los símbolos como la Jefatura del Estado o el himno nacional que no son comunes?

En otros países de nuestro entorno, las penas de cárcel son aún más altas. No de semanas ni de meses, sino de años. Está bien que se abra el debate, hasta dónde queremos llegar. Pero que sea un debate, no que sea el deseo del ala socialista del Gobierno de España el que mueva ficha para intentar ganar ventaja al ala podemita del Gobierno de España en plena recta final de las elecciones en Cataluña, porque eso es lo que parece.