Las previsiones de crecimiento que ha marcado en su informe de primavera la Comisión Europea encajan perfectamente con los objetivos electorales que se ha fijado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos ha dicho que quiere agotar la legislatura hasta finales de 2023 e incluso principios del 2024, a las próximas elecciones generales, cuando la economía ya esté creciendo.

En el año 2023, recuperaremos los niveles de Producto Interior Bruto pre-covid. Cuidado, porque es casi un lustro perdido de riqueza pero se habrá recuperado el crecimiento, el nivel de bienestar que teníamos en el año 2019.

Ahora bien, en esas cuentas de Bruselas se dice que el déficit, a pesar de que crecemos más de lo previsto este año, se va a mantener tal y como está planteado, inalterado. El desequilibrio presupuestario estará ahí y habrá que corregir cuando se active de nuevo el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Son casi cinco puntos de recorte de déficit. Es decir, tenemos que crecer todavía más o recaudar más. Algo que el Gobierno no está dispuesto a hacer a tenor de lo que ha comunicado en las sucesivas comparecencias de los ministros económicos.

Olvidan las reformas estructurales. Serían la base perfecta para fomentar el potencial de crecimiento de España. No sería necesario aumentar los impuestos. Aumentar ese potencial solo se consigue liberalizando mercados. Esa es la mejor salida si no se quieren elevar los impuesto o si se resiste, como el Gobierno, a recortar el gasto público.