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Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real: “La ópera cuesta mucho más que lo el espectador paga, no es caro

El presidente del Teatro Real aborda en ‘Encuentros para una nueva era’ la pregunta de si la cultura está sufriendo un proceso de canalización

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Se dice que la cultura es cara y que por eso no se llenan los teatros. Es verdad que una entrada para el teatro es cara, pero quizás lo es más una entrada en el estadio Santiago Bernabéu y la mayoría de los partidos está lleno. ¿Es un obstáculo el precio en la cultura? ¿Es ciertamente cara?

Para Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real, “en términos objetivos, hay cultura cara y barata. Ir al Museo del Prado no es caro si lo comparamos con eventos deportivos o conciertos de pop donde los costes son mucho más altos. Hay algunas formulaciones o expresiones culturales como sí es la ópera que cuestan mucho más de lo que el espectador paga por mucho que entendamos que lo que paga es caro. En una sociedad abierta como la nuestra no puede el ciudadano que la totalidad de las manifestaciones culturales le sean regaladas”.

La mercantilización de la cultura, con Netflix y otras plataformas, también es un asunto fundamental, porque la cultura no se vende en TV fácilmente. Los canales que más se ven son precisamente los que promocionan entretenimiento superficial. La cultura se encuentra en una tensión permanente entre la fidelidad del autor a la vocación cultural y el purismo de la obra y, por otra parte, la ley del mercado y el beneficio empresarial de su propia obra. Lo que Javier Gomá denomina, “la tensión, en fin, entre lo que tiene dignidad y lo que tiene precio”.

Quizás durante mucha parte de la historia esta tensión –sigue Javier Gomá– se mantuvo en un término de equilibrio durante muchos siglos porque, en sociedades escasamente alfabetizadas, el mercado de la cultura había sido tradicionalmente nacional y elitista, limitado a un consumidor ilustrado y mayoritariamente acomodado. Pero en el último medio siglo este equilibrio se ha deshecho a consecuencia de la mundialización del mercado y de la democratización del público.

Sobre las dificultades que hay sobre la proclamación de una fe religiosa en estos momentos en el ámbito de la cultura, Gregorio Marañón señala que “habiendo vivido en dictadura, que una de las cosas que aprendes pronto es que la autocensura es peor que la censura misma. Hay un cierto encogimiento en los creyentes a la hora de reconocer su fe al margen de sus planteamientos más sociales y culturales. Me reconozco creyente desde el principio y no he tenido la más mínima reacción negativa por hacerlo, sino más bien al contrario. Creer que no debemos decir lo que está mal visto no es malo como algunos pueden creer”, concluye.

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