San Enrique

De sangre real y humilde de corazón, en 995, sucede a su padre como Gobernador del ducado de Baviera, hasta que al principio del siglo XI, es entronizado como monarca de Germania

San Enrique, de sangre real y humilde de corazón

Redacción Religión

Publicado el

1 min lectura

El Señor es ese vástago que brotó del tronco de Jesé, donde se entremezclan sencillez y herencia regia. Hoy celebramos a San Enrique, cuya vida humilde lleva también sangre real mostrando que, de los caminos más insospechados, Dios saca hijos de Abrahán cumpliendo sus desisgnios. Baviera en Alemania, verá nacer a este descendiente de Otón el Grande y Carlomagno el año 973, en el castillo familiar situado junto al río Danubio.

Su juventud se ve impregnada de una educación con fuerte base espiritual y humana, debido a su acercamiento a los benedictinos de Hildesheim. Así se instruye en el Amor de Dios, completando esta formación con el Obispo de Regensburg, San Wolfang. Todo esto le sirvió para prepararse al reinado de su pueblo, donde habrá de ser un fiel representante y reflejo de Jesucristo, el Rey de reyes.

En el 995, sucede a su padre como Gobernador del ducado de Baviera, hasta que al principio del siglo XI, es entronizado como monarca de Germania. Una década más tarde, Benedicto VIII le proclama rey del Sacro Imperio Germánico. Dado su celo por la Fe el Pontífice le regalará un globo de oro, rematado con una Cruz, detalle que él enviará a la Abadía de Cluny, a modo de exvoto y ofrenda.

Casado con la también Santa Cunegunda, su reinado se distinguió por la sencillez y prudencia en todas sus decisiones, trabajando con el Abad de Cluny en bien de la revitalización eclesial, al que pidió siempre ayuda como guía espiritual de su vida. Retirado en el Monasterio de Vanne, el Abad Ricardo le ordena volver al trono, porque piensa que es una evasión de su tarea y apostolado. Sin embargo, San Enrique muere en el 1024, en el Castillo de Grona.

Temas relacionados

Tracking