
Madrid - Publicado el
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La Paz de Dios en el Pesebre ha ayudado a muchos Santos a sentir ese silencio para adorar al Señor cada día en una vida de ermitaño. Hoy celebramos a San Úrbez, imbuido del silencio y la Paz del Cielo. También llamado Urbicio su vida transcurre entre los siglos VII y VIII.
Aunque nació en la zona francesa de los Pirineos, pronto se trasladó a la parte de Huesca en el lado español pirenaico. Su idea era ser contemplativo y ganarse el pan con el sudor de su frente. De hecho, fue pastor y monje contemplativo que se estableció en esa parte concreta de aquellas tierras aragonesas.
Todos se admiraban de su bondad porque acompañaba a los pastores, cuidaba de los animales y cultivaba la tierra. Estaba en las cuevas y grutas de Nocito, pero contra todo lo que pensaban algunos no estaba aislado del ser humano porque las gentes mantenían un buen trato con él.
Ante las enfermedades y epidemias no perdía la calma sino que aconsejaba a las personas que sufrían para que lo llevasen con paciencia. Gracias a él muchos pueblos encontraron esperanza en tiempos muy difíciles poniendo el rostro sereno y el ánimo alegre.
Siempre vivió en cuevas y la gente que sabía dónde estaba le buscaba y les acogía con toda dulzura. San Úrbez muere en aroma de Santidad. Y en todos caló su búsqueda de Dios y su Paz. Siempre daba testimonio del cuidado de la Naturaleza y de los animales, siglos antes de que apareciese en la vida de la iglesia San Francisco de Asís. También tuvo fama de hacer muchos milagros.





