"Nunca me he sentido tan libre": la peregrinación a Roma de 32 reclusos españoles que conmueve al Vaticano

Un capellán y un recluso de Soto del Real narran en 'Fin de Semana COPE' su emocionante experiencia en el Jubileo de los Presos junto al papa Francisco

Un preso durante la Misa Jubilar del Papa
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Rodrigo Simón Rey

Madrid - Publicado el

4 min lectura19:00 min escucha

El Vaticano acoge este fin de semana el Jubileo de los Presos, un evento especialmente conmovedor que ha reunido en Roma a más de 6.000 peregrinos de 90 países, incluyendo reclusos, sus familiares y personal penitenciario. Dentro de esta delegación mundial, un grupo de 32 reclusos españoles ha viajado para participar en los actos, que culminaron con una misa presidida por el papa León XIV en la basílica de San Pedro. Dos de sus protagonistas, el padre Paulino Alonso García, capellán del centro penitenciario de Soto del Real, y Víctor Javier Andrés, uno de los internos, han compartido su testimonio en el programa 'Fin de Semana COPE' con Cristina López Schlichting.

Una libertad nunca antes sentida

La delegación española, organizada por el departamento de pastoral penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, tuvo un encuentro inicial en la iglesia de Montserrat, un lugar de referencia para los españoles en Roma. Desde allí, emprendieron una peregrinación hacia la basílica de San Pedro para atravesar juntos la Puerta Santa, un momento de profunda carga simbólica que, para muchos, ha supuesto un antes y un después en su vivencia espiritual.

Para Víctor, la experiencia ha sido "espectacular" y el "colofón" a todo un año de actividades jubilares en la prisión de Soto del Real. Al ser preguntado por su estado de ánimo, no duda en suscribir las palabras de otro compañero: "Nunca me he sentido tan libre como hoy". Esta sensación, explica, está ligada a la esperanza, el tema central de este Año Santo. "Es lo último que se pierde, la esperanza de poder volver a tener una vida en libertad como la tuvimos hace unos años, y que nos perdone por nuestros pecados, y así, ser libre como somos ahora mismo", ha confesado en los micrófonos de COPE.

La Iglesia como refugio y esperanza

El padre Paulino, que lleva 31 años como capellán, subraya la importancia de este jubileo para que la sociedad reflexione. "Las personas privadas de libertad no son extraños, sino personas a las cuales tenemos que atender y las cuales tienen que tener también un puesto dentro de la iglesia", ha afirmado. Su labor, y la de toda la pastoral penitenciaria, se centra en "tender la mano a todas estas personas, darles un respiro, darles un poco de aire fresco para que sigan luchando y confiando en que Dios les quiere".

El trabajo del capellán en Soto del Real va más allá de la asistencia religiosa; se basa en "estar, a ver lo que sucede", escuchando, acogiendo y dialogando con los internos en su día a día. Las misas dominicales, según relata Víctor, son "muy especiales" gracias a Paulino, que las adapta para fomentar un ambiente de familiaridad y participación. De hecho, los internos han formado un coro que compone sus propias canciones, tanto la letra como la música, y que acaban de editar en un CD titulado "Fe y Esperanza". "Esto hace que la misa sea todavía mucho más cercana, mucho más acogedora, donde las personas sientan ese calor humano que tantas veces les falta dentro del hormigón del módulo", explica el capellán.

La vida tras los muros y el anhelo de futuro

Víctor ha compartido que lo más duro de la cárcel ha sido "la separación de la familia y de mi pareja". Afortunadamente, ya disfruta de permisos de salida y mantiene el contacto con ellos. La experiencia en prisión, afirma, le ha ayudado a darse cuenta de lo que de verdad quiere en su vida: "Ahora me estoy acercando más a Dios y también, pues, a mi familia". Su historia es también un relato de esperanza en la reinserción, ya que tiene una perspectiva laboral clara: "Llevo como 15 años trabajando en hostelería y [...] el trabajo me lo tienen guardado. Estoy de excedencia, entonces, en el momento que salga, puedo regresar al puesto de trabajo".

Esta visión contrasta con la dura realidad que describe el padre Paulino, a quien lo que más le cuesta de su labor es "ver a veces las injusticias que se cometen". Habla del sufrimiento, la soledad y "el frío del hormigón", especialmente para aquellos que "no tienen nada ni a nadie". Sin embargo, su mensaje es de una equidad radical: "Para mí, en los años que llevo de capellán, todos son idénticos, no hay ninguna diferencia. [...] Todos son personas, y hay que tratarlas a todos como personas".

Del mensaje del papa León durante la misa, el padre Paulino destaca la insistencia en la esperanza y la necesidad de que la justicia y la pastoral penitenciaria miren y ayuden a los reclusos. Al concluir la entrevista, el capellán ha lanzado un alegato final a la sociedad: "Todos necesitamos una mano amiga para caminar y los privados de libertad, pues, quizás necesitan muchas manos amigas. No les cerremos la puerta, tengamos en la mano, hagamos posible que puedan caminar y vivir". Unas palabras que resuenan como el eco de un jubileo que busca derribar los muros de la indiferencia.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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