
Madrid - Publicado el
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Nos encontramos en el Domingo XXIX del Tiempo Ordinario. Continúa el tema de la oración en el Evangelio. Un juez vive en una ciudad como cuenta Cristo en la Parábola. Se caracteriza por ser inicuo. No le importa nada. Y una viuda le pide con insistencia justicia frente a su adversario.
El jurista termina haciéndole caso por su insistencia para que le deje en paz. Y Dios que es Bueno escucha a los que le suplican día y noche. Y en este día conmemoramos también a un hombre muy profundo: San Pedro de Alcántara.
La localidad cacereña de Alcántara vería nacer en 1499 a este santo español. Su vida de Fe le hace profundizar en el trato con el Señor. Al final sigue su llamada y entra en los franciscanos. De ellos sería Provincial. Como eran tiempos de revitalización siguiendo el Concilio de Trento, pone en marcha la reforma franciscana en España, desempeñando diversos cargos.
Su fama de santidad corrió por todas partes, hasta el punto de que Santa Teresa de Jesús, contemporánea de él, le tuvo como su confesor y guía espiritual, incluso a la hora de realizar la reforma en el Carmelo. Su gran personalidad hizo que se pusiese delante de Santa Teresa de Jesús defendiéndola e impidiendo que fuese procesada.
Muchos fueron, además, los monarcas que le consultaron y le pidieron consejo, trabando con él una gran amistad. Es el caso del rey portugués Juan III. Precisamente Portugal y España fueron los dos lugares donde trabajó en bien de la difusión del Evangelio.
Su vida siempre estuvo impregnada de mucha austeridad y penitencia, mostrando una faceta de extrema dulzura en el trato con los demás. Esta forma de proceder acompaña a San Pedro de Alcántara hasta su muerte en el año 1562. También hoy es el DOMUND, Domingo Mundial de las Misiones.