Artesanos, por Ana Medina

Revista EcclesiaEcclesia

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He aprendido a hacer pan. Era algo que siempre había soñado, inundar la casa de ese olor a cariño que se mastica.

Sin duda, sale más caro que comprarlo hecho si contamos los ingredientes, la energía y el tiempo, pero ¿dónde va a parar?

La clave me la dio mi amigo Julián. Él se ha hecho un experto de este arte culinario, entre otros muchos que tampoco se le dan mal.

Como carpintero que es, ha adquirido un torno con el que hace unos bolígrafos de madera que van camino de estar entre los más vendidos a los Reyes Magos.

¡Qué manos! Me parece un auténtico lujo que te regalen algo así, hecho con mimo, artesanalmente, personalizado. Yo ya estoy deseando que lleguen sus majestades por si tengo suerte.

Él mismo me dijo que había leído que artesanía es hacer bien cada trabajo, ya sea la carpintería o la informática. Precisamente por medio de esta última, recibimos y enviamos en estos días cientos de felicitaciones.

Las que nos llegan, sin tiempo para leerlas bien. Las que enviamos, sin dedicar de verdad.

Me pregunto si podremos aprender algo de ese "bien-hacer" y tratar de ser también artesanos del día a día, del encuentro con el otro, del cuidado de nuestra casa. Artesanos al llevar a cabo nuestras obligaciones, al estar entre los nuestros y al tratar a los extraños. Artesanos de la amabilidad, del esmero, del silencio y de la espiritualidad. Este mundo necesita artesanos.

Por Ana Medina

Religión