¿Católicos perseguidos en España, o católicos aburguesados?

"La pregunta final es qué hacemos los católicos para proponer a la sociedad impensante la recuperación de las diluidas certezas"

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¿Estamos los católicos perseguidos en España? La pregunta es pertinente después de la aprobación de la ley de eutanasia y la ampliación de lo poco que aun quedaba por ampliar de la ley del aborto, de la mano de todos los partidos de la izquierda que nos gobiernan en alianza contra la derecha, entendida como un valladar que se opone a lo se ha dado en llamar “progreso”. El objetivo último perseguido por el Gobierno de Sánchez no es otro que erradicar los principios y valores que han caracterizado la civilización occidental y que España ha contribuido tanto a cimentar desde la batalla de las Navas de Tolosa, Lepanto y el descubrimiento de de América.

Pero no nos equivoquemos. Este propósito de reemplazar la cultura cristiana por otra radicalmente nihilista, no es privativa de España y tampoco de lo que identificamos como “izquierda”. Ahí está el auténtico “padrino” de Sánchez, al millonario maltusianista George Soros… Son las grandes corporaciones económicas internacionales, con la participación activa de ONU, las que promueven este movimiento de supuesta igualdad social que, en nombre de la tolerancia, anula todo supuesto de verdad. La verdad ha pasado a ser, simplemente, lo que vote la mayoría, siempre que esa mayoría no sea favorable a la libertad de creer en Dios y en los valores humanos que se identifican con la fe y la moral cristiana.

Remacho lo de “cristiana”, porque en la “tolerancia” nihilista caben, sin contradicción alguna, cualquier otra creencia religiosa, empezando por el islamismo, en la medida que se opone a la firmeza de la ética cristiano-occidental. Es obvio que si el Islam llegara a imponerse, de acuerdo con el objetivo principal del salafismo, el nihilismo será su primera víctima, pero hoy todo vale con tal de diluir las creencias cristianas.

Pero veamos más de cerca por donde va el mundo y España en particular. Para anular la verdad del hombre como criatura de Dios, es necesaria una estrategia bien pensada. Lo primero, confundir el bien con el mal, la virtud con el vicio, la justicia con la permisividad.... No hay nada bueno ni nada malo. Lo que importa son los sentimientos, lo que gusta y lo que disgusta a cada cual. Y aquí encontramos un amplio consenso social, donde el nihilismo rema a favor de corriente. Como nadie quiere el dolor, se legisla para eliminarlo de una forma radical y como todo el mundo quiere fiesta y ocio, pasarlo bien, divertirse, lo mejor es evitarle el trauma de pensar, de discernir; hay que dárselo todo hecho. Si tu padre o tu abuela sufren, no te preocupes: le administramos una píldora letal y te dedicas a disfrutar. Si no quieres un embarazo que te exige responsabilidades, no te preocupes: te subvencionamos el aborto y solo tienes que preocuparte de disfrutar del sexo con más precauciones. No hay que dar otra razón que no signifique hacer lo que te guste, incluida la opción de cambiar de sexo si te place, con todas las bendiciones del Estado.

Si le preguntásemos a Joseph Ratzinger cómo hemos llegado a esta situación, nos diría simplemente, como resumen de su gigantesca obra teológica: “Todo es cuestión de tener o no tener fe”. Todo esto se viene explicando y analizando desde hace décadas, sobre todo a partir de la rebelión estudiantil del 68 y del Concilio. Pero no hay que engañarse: lo que avanza en la conquista de la voluntad social es el nihilismo, el relativismo. Solo hay un problema que sus predicadores no han podido resolver, ni podrán: no hay dinero gratis para que todos se dediquen a la “dolce vita” sin responsabilidades sociales. Hoy sabemos que la cuarta parte de las familias españolas está al borde de la pobreza extrema, pese al cacareado ingreso mínimo vital, el salario mínimo, los Ertes y demás fábulas del nuevo social-comunismo rampante, mientras la casta gobernante no deja de incrementar su patrimonio, sin necesidad de esforzarse mucho en trabajar… Les basta copn divertirse inventando leyes y derechos.

La pregunta final es qué hacemos los católicos para proponer a la sociedad impensante la recuperación de las diluidas certezas, es decir, la fe en que estamos de paso por esta vida y que nos espera la eternidad, junto a Dios o sin Dios. Hay una respuesta concreta, precisa y definitiva: leer los Evangelios, especialmente la Pasión del Señor que se nos propone cada Semana Santa. Pero me gustaría añadir una respuesta personal: hoy, como ayer, vuelve a sonar hora de la rebelión, de dar testimonio de nuestra fe… y de exigir responsabilidades a quien corresponda.

Por fortuna, tenemos algunos obispos rebeldes, aunque yo pediría más: a las parroquias, a las catequesis, a las clases de religión donde aún las haya, a la educación en los colegios católicos, a las familias que todavía van a Misa, a los curas,.. a mí mismo. Hay que buscar y formar talentos, comunicadores que no jueguen con la verdad, gente libre e íntegra que no esté corrompida ni aburguesada por el placer, el dinero, el sexo, el adulterio, la mentira, el robo, la codicia, el bienestar... and son on. ¿Y después? A trabajar, a no quejarse, a rezar, a pedir más fe, más esperanza y mas caridad, confiados en la misericordia divina. Añadiría más: a meterse sin miedo en la política. Hay que reconocerlo sin rodeos: los cristianos hemos dejado la política, salvo pocas excepciones, a quien nos odia o nos desprecia. No por masoquismo, sino por comodidad. Y un cristiano, desde el mismo Cristo a nuestros días, siempre ha sido incómodo… cuando no ha caído en las mieles de la burguesía.

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