El Papa, en la Audiencia General: "El cristiano está llamado a construir la paz y la justicia"

Francisco ha reflexionado este miércoles sobre la figura del beato José Gregorio Hernández Cisneros, "médico de los pobres": "En los enfermos él veía a Jesús"

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El Papa Francisco ha presidido como cada miércoles la Audiencia General en la Plaza San Pedro y ha continuado sus catequesis sobre los “testigos ejemplares de celo apostólico”. Este miércoles el Santo Padre se ha “trasladado” a Venezuela y ha dedicado su catequesis al beato José Gregorio Hernández Cisneros. El Santo Padre ha destacado que José Gregorio era una “persona buena y solar, de carácter alegre, estaba dotado de una fuerte inteligencia; se hizo médico, profesor universitario y científico”.

“Fue un doctor cercano a los más débiles, tanto para ser conocido en la patria como “el médico de los pobres”. A la riqueza del dinero prefirió la del Evangelio, gastando su existencia para socorrer a los necesitados. En los pobres, en los enfermos, en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús”, ha subrayado Francisco.



Acogió la medicina "como un sacerdocio"

Recordando la figura del beato, Francisco ha subrayado que “estaba movido por un fuego interior, por el deseo de vivir al servicio de Dios y del prójimo. Impulsado por este ardor, en varias ocasiones trató de hacerse religioso y sacerdote, pero varios problemas de salud se lo impidieron. Pero la fragilidad física no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más sensible a las necesidades de los demás; se aferró a la providencia y, fortalecido por el alma, fue más a lo esencial”.

Así José Gregorio comprendió que, “a través del cuidado de los enfermos, pondría en práctica la voluntad de Dios, socorriendo a los que sufren, dando esperanza a los pobres, testimoniando la fe no de palabra sino con el ejemplo. Llegó así a acoger la medicina como un sacerdocio”.





"Apóstol de paz"

¿De dónde le venía a José Gregorio todo este entusiasmo, todo este celo?: “De una certeza y de una fuerza. La certeza era la gracia de Dios […] le venía natural cuidar de quien mendigaba en las calles y tenía necesidad extrema del amor que él recibía gratuitamente cada día de Jesús. Y esta es la fuerza a la que recurría: la intimidad con Dios. Era un hombre de oración: cotidianamente participaba en la misa y recitaba el rosario. En la misa unía a la ofrenda de Jesús todo lo que vivía: llevaba a los enfermos y a los pobres que ayudaba, a sus estudiantes, las investigaciones que emprendía, los problemas que tenía en el corazón”.

Reflexionando sobre su vida, Francisco ha recordado como José Gregorio “quiso ser “apóstol de paz”, inmolarse por la paz en Europa: no era su continente, pero allí estaba al estallando la guerra, el primer conflicto mundial”.



El cristiano está llamado "a ensuciarse las manos"

“Llegamos así al 29 de junio de 1919: un amigo le visita y le encuentra muy feliz. José Gregorio se había enterado de que se había firmado el tratado que pone fin a la guerra. Su ofrenda de paz ha sido acogida, y es como si él presagia que su tarea en la tierra se ha terminado. Esa mañana, como era habitual, había ido a misa y entonces baja por la calle para llevar una medicina a un enfermo. Pero mientras atraviesa la calle, es atropellado por un vehículo; llevado al hospital, muere pronunciado el nombre de la Virgen. Su camino terreno concluye así, en una calle mientras realiza una obra de misericordia, y en un hospital, donde había hecho de su trabajo una obra maestra de bien”, ha recordado Francisco durante la catequesis en la Audiencia General.

La vida del beato venezolano “nos estimula también en el compromiso delante de las grandes cuestiones sociales, económicas y política de hoy. Muchos hablan, muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal. Pero el cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a ensuciarse las manos".

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