La nueva herramienta que ha instalado el Vaticano en la Capilla Sixtina para garantizar que los cardenales estén aislados durante el cónclave
Entre las medidas también destacan la clausura física en la Capilla Sixtina y la Casa Santa Marta o la prohibición de teléfonos, correspondencia y medios de información

Turistas fotografían a los cardenales después de una misa especial
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Durante el cónclave —el proceso más decisivo para la Iglesia católica, en el que se elige al nuevo Papa—, el Vaticano despliega un riguroso sistema de aislamiento para los cardenales electores. Esta práctica, enraizada en siglos de tradición, busca garantizar la independencia y confidencialidad absolutas del proceso, libre de presiones externas y filtraciones de información.
Una de las medidas más llamativas y simbólicas es la clausura física de los cardenales en dos lugares clave del Vaticano: la Capilla Sixtina, donde tienen lugar las votaciones, y la Casa Santa Marta, que sirve como residencia temporal de los purpurados durante la duración del cónclave. Entre ambos espacios no solo se controla el tránsito con extrema vigilancia, sino que se aplican medidas de seguridad tecnológica avanzadas para bloquear cualquier intento de intrusión o espionaje.
Silencio absoluto
El aislamiento de los cardenales no se limita a un confinamiento físico. En el interior de estos recintos queda completamente vetado el uso de teléfonos móviles, la recepción o envío de correspondencia y el acceso a cualquier tipo de medio de comunicación, como prensa escrita, radio o televisión. Ni siquiera tienen acceso a internet o noticias del exterior. De este modo, se evita cualquier influencia externa en las deliberaciones.

Se ve humo blanco desde el techo de la Capilla Sixtina indicando que el Colegio Cardenalicio eligió un nuevo Papa el 13 de marzo de 2013.
Los participantes en el cónclave están obligados a prestar un juramento de secreto, una fórmula solemne que los compromete moral y religiosamente a no revelar absolutamente nada sobre lo que sucede en el interior de la Capilla Sixtina. Las deliberaciones, opiniones y resultados de las votaciones quedan sellados bajo el más estricto sigilo. Esta tradición, que se remonta a siglos atrás, se mantiene vigente con igual rigor en el siglo XXI, pese a los desafíos tecnológicos actuales.
Además, el perímetro de seguridad está bajo la responsabilidad del Camarlengo y del Subsecretario de Estado, quienes tienen la misión de vigilar que nadie ajeno pueda acercarse o interceptar a los cardenales en sus desplazamientos.
Alta tecnología para blindar el secreto
Conscientes de los riesgos que implica el espionaje digital, el Vaticano ha incorporado sofisticados dispositivos para evitar cualquier tipo de filtración. Entre las tecnologías utilizadas destacan bloqueadores de señal, que impiden la emisión o recepción de ondas electromagnéticas, y sistemas anti-dron y de protección láser, diseñados para impedir la captación de imágenes o sonidos desde el exterior.

Entre bastidores en la Capilla Sixtina, el 13 de marzo de 2013, mientras se prepara para el Cónclave que da la bienvenida al Papa Francisco
Estas herramientas tecnológicas refuerzan un entorno de máxima privacidad que responde al objetivo esencial del cónclave: que la elección del nuevo Papa se realice de forma libre, sin presiones ni influencias, y en completa obediencia al Espíritu Santo, como dicta la tradición católica. La solemnidad de este proceso, junto con su complejidad logística y simbólica, constituye uno de los momentos más trascendentales para la Iglesia, seguido con atención en todo el mundo.